martes, 6 de abril de 2010

VISIONES SOBRE LA GUAIRA: MIGUEL CANÉ

En el marco de la conmemoración de un aniversario más de la supuesta fundación de La Guaira el 29 de junio, he querido compartir con mis lectores una serie de comentarios realizados por diferentes viajeros sobre la visión que tuvieron de La Guaira en diferentes épocas. Comienzo con Miguel Cané, diplomático argentino que escribió una obra hoy casi desconocida titulada Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia (La Luz,1907).
El libro en cuestión narra la experiencia del diplomático por estas tierras y ofrece una visión muy particular de lo que vio y vivió a su llegada en La Guaira desde su salida de Caracas, describiendo el viaje en ferrocarril como una travesía “buscando el mar por las laderas de las montañas, accidentadas, abruptas, caprichosas en sus direcciones, con sus valles estrechos y profundos”.Para el diplomático, el ferrocarril de Caracas a La Guaira, cuya construcción aún estaba concluida y se encontraba paralizada, era una obra de trascendencia vital para el desarrollo de Venezuela y opinaba que “la nación entera debía adeudarse para dar fin a esas dos vías que se pagarían por sí mismas en poco tiempo.”
Su arribo a La Guaira, después de seis horas de agotador camino, termina en el famoso Hotel Neptuno el cual le sirvió de aposento por cinco días “en el que tenía forzosamente que descender, por la sencilla razón de que no hay otro en la Guaira.” . De este se expresa de la siguiente manera: “nada, nada puede compararse con aquel hotel Neptuno que, como una venganza, enclavaron las potencias infernales en la tétrica Guaira. ¿Describirlo? Imposible “.
La estadía de Cané en la ciudad parece no haber sido nada grata. La descripción que hace de ella es lapidaria, al respecto comienza diciendo: “Los venezolanos dicen, y con razón, que Venezuela tiene la cara muy fea, refiriéndose a la impresión que recibe el extranjero al desembarcar en la Guaira.” Luego comenta: “En efecto, la pobreza, la suciedad de aquel pequeño pueblo, su insoportable calor, pues el sol, reflejándose sobre la montaña, reverberando en las aguas y cayendo de plomo, levanta la temperatura hasta 36 y 38 grados; el abandono completo en que se encuentra, hacen de la permanencia en él un martirio verdadero”
Sobre el puerto dice: que “no es un puerto, ni cosa que se le parezca; es una rada abierta, batida furiosamente por las olas, que al llegar a los bajos fondos de la costa, adquieren una impetuosidad y violencia increíbles.” Describe el peligro con que frecuentemente se realizan los embarques tanto de carga como de personas.
La visión de Cané sobre La Guaira, que parcialmente presentamos aquí, no es más que la forma en la cual se encontraba la ciudad y puerto a principios del siglo XX, como parte de una Venezuela que sucumbía en el marco de sus pasadas guerras y sin petróleo, ya que éste no era aún la gallina de los huevos de oro.

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