martes, 6 de abril de 2010

EL PROYECTO REVOLUCIONARIO DE GUAL Y ESPAÑA

La mayoría de los analistas coinciden en que el proceso abortado en La Guayra en 1797 fue el único de los mal denominados movimientos pre independentistas en toda la América que tenía características de verdadera revolución por su contenido ideológico, el cual buscaba la transformación de las estructuras del estado colonial, con un contenido social impensable en una época donde las clases estaban claramente determinadas y el ser humano no era definido en términos de igualdad.
Y no era casual que fuese precisamente en La Guayra donde estallara un movimiento independentista en el cual se utilizaran los parámetros ideológicos de procesos tan lejanos geográficamente como la Revolución francesa. Esta era la puerta de entrada de todo lo que se consumía en la denominada provincia de Venezuela y más específicamente en Caracas, pujante ciudad, cuna de importantes familias.
La Guayra, según se puede conocer por relaciones de los funcionarios reales que vinieron por estas tierras, era azotada por una de las prácticas más usuales de la época: el contrabando. Actividad realizada por todo aquel que pudiese vender sus mercancías a los corsarios ingleses u holandeses los cuales pagaban mejores precios que el monopolio español.
Es así como los primeros libros prohibidos, que trataban sobre propiedad, libertad, igualdad y fraternidad, principios sobre los que se basó el proyecto revolucionario de Gual Y España, llegaron en los propios barcos de la corona. La Real Compañía Guipuzcoana llamada a combatir el contrabando, se dedicó a cultivar ese próspero negocio y las bóvedas de sus embarcaciones venían llenas de cajas de libros que luego eran vendidos a quienes, de alguna forma, ya tenían conocimiento de lo que en Europa estaba sucediendo.
Por supuesto, siendo La Guayra el lugar en el cual se encontraba el principal puerto, recibía primero la preciada mercancía, que por cierto era muy común en las bibliotecas de las más encumbradas familias. Si bien eran libros prohibidos por la corona por considerarlos sediciosos y dañinos para la buena conducta de sus súbditos, para nadie era un secreto que hasta los propios funcionarios de la corona y representantes de la Iglesia, se vanagloriaban de tener como libro de cabecera las obras de Rousseau, de Montesquieu o de Alembert.
Era usual que los guayreños fuesen criticados por sus conductas afrancesadas. Los caraqueños se asombraban de la forma en la cual en las calles de la Guayra, era común escuchar a cualquier vecino hablar de la necesaria igualdad entre los hombres.
Es así como José María España, imbuido de ese espíritu libertario que lo acompañó hasta el pié del patíbulo, logró sumar al proyecto a un conjunto de hombres, pertenecientes unos a las más importantes familias de la sociedad guayreña, sobre todo prósperos comerciantes y a otros no tan aristócratas con oficios de barberos, sastres, albañiles, jornaleros, zapateros y carpinteros; También se suman algunos militares como cabos y sargentos del batallón de veteranos; esclavos, libertos, sirvientes y hasta sacerdotes como es el caso del Pro. Don Tomás Sandoval el cual fue sentenciado al extrañamiento perpetuo de estas provincias luego de haber sido delatado, o como dice un gran amigo, traicionado el proyecto revolucionario.
También logra sumar José María España a Juan Bautista Picornell, que habiendo llegado a la Guayra reo de la justicia española, es sumado al proyecto luego de haber escapado de la prisión, con ayuda de José María España. Prisión a la que había sido conducido acusado de participar en la metrópolis de un movimiento insurreccional que buscaba transformar la monarquía en república.
Si bien este proyecto independentista es apenas trece años menor que el que estalló en Caracas aquel famoso 19 de abril, el mantuanaje caraqueño, que llevaría a cabo el proceso condujo a la declaración de independencia, rechazó las acciones de los guayreños. Estos no podían apoyar un movimiento que suponía la abolición de los elementos e ideas sobre los cuales se sustentaba su poder.
No olvidemos que el proyecto develado en 1897 establecía como uno de sus principales elementos la abolición de la esclavitud y la desaparición de las desigualdades sociales, lo que evidentemente no estaba en las mentes de los oligarcas caraqueños. Esto es fácilmente demostrable con sólo leer la posición de los más connotado líderes de la independencia, donde no solamente es eludida la libertad de los esclavos, sino que más bien, a medida en que se iba consolidando el proceso, se fue profundizando aún más la esclavitud, con leyes de manumisión que, en vez de procurar la pronta libertad de los esclavos, alargaron el tiempo de posesión a los amos.
Evidentemente que el proyecto de La Guayra chocaba contra los intereses del sector económico y su impermeable estructura social. El artículo 32 de las Constituciones promulgadas en el marco de los preparativos de este primer movimiento independentista es muy claro. “Se declara la igualdad entre todos los habitantes de las provincias y distritos; y se encarga que entre blancos, indios, pardos y morenos reine la mayor armonía, mirándose todos como hermanos en Jesucristo iguales por Dios”...
Y es que era verdaderamente un proyecto revolucionario. Intentar transformar una mentalidad que establecía severas diferencias sociales, donde la supremacía racial se imponía ante los mismos cánones de la fe católica, donde la misma Iglesia era representante del pensamiento más conservador con respecto a las clases sociales, le imponía al proyecto características de utopía revolucionaria.
La reacción del poder, por supuesto, fue implacable. No podía ser de otra manera. Los intereses de la corona y el mantuanaje estaban en peligro. Peligro que no es fruto de la imaginación de quienes hemos estudiado este proceso. Es que el mismo Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela Don Manuel Guevara y Vasconcellos, en una comunicación enviada al rey, le expresaba su tranquilidad ante el aniquilamiento de una sublevación que, por los enlaces que tenia con las demás provincias de América, puso en peligro la soberanía del monarca.
La figura de José María España, inspirador de la utopía más hermosa que se pudo haberse pensado en estas tierras, es pues, baluarte para quienes pensamos en la verdadera libertad y en la verdadera igualdad. No en la libertad de los poderosos, sino la libertad de todos y todas. No en la igualdad entre ricos, sino en la igualdad que nos hace a todos hijos e hijas de dios, sin importar el color ni la condición social. Esa es quizá una lección que da José María España, Manuel Gual y todos los que junto a ellos tuvieron la osadía de atreverse, a quienes hoy pretenden convertir la patria en un escenario de desigualdades sociales, resucitando odios raciales y el desprecio de quienes legítimamente han tenido posibilidades de ascender socialmente contra los que el mismo sistema ha excluido en lo que ha debido ser una justa distribución de las riquezas.
Finalmente, pareciera que el esfuerzo realizado por José María España no ha sido suficiente mente recompensado por la posteridad. Es evidente que la figura de este guayreño no ha logrado deslumbrar el ánimo de jefes y gobernantes. Ya para el siglo XIX el historiador Andrés Level de Goda decía: “Nadie se acuerda de este mártir, ni siquiera para una expresión de honor en el Congreso Nacional, ni en el gobierno, ni en los Concejos Municipales”. Más de un siglo después, el olvido es el mismo. Sus cenizas aún no han sido honradas. Muchas gracias.

3 comentarios:

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  2. estan los q yo boy a escribir todo eso son unos sin cerebro

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  3. estan los q yo boy a escribir todo eso son unos sin cerebro

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