martes, 6 de abril de 2010

HEROES Y VILLANOS


Definitivamente es necesario escribir una historia distinta. A la luz de los nuevos tiempos, la figura “heroica” de quienes fueron considerados conquistadores está siendo revisada y puestos en su justo lugar. Ello ha dado paso a la interpretación de la historia desde otras perspectivas, donde el colonizador es presentado en su verdadero rol de invasor y la conquista como una guerra de usurpación.
Una visión retrospectiva, muestra que la historiografía oficial siempre fue muy benévola con los europeos a la hora de contar sus andanzas por estas tierras, quizás porque fueron ellos o sus descendientes los que escribieron la historia, donde generalmente se describen las “hazañas” del heroico caballero español en contra de los sanguinarios, asesinos y poco amigables “indios”.
En este Estado, la guerra de usurpación que dio paso al proceso de invasión e imposición colonial fue cruenta. Los incontables enfrentamientos armados entre españoles y la población aborigen, caracterizados por la superioridad bélica de los europeos, generaron la puesta en práctica de estrategias de guerra de lado y lado.
Pero para muchos de quienes han escrito sobre alguno de esos pasajes de la historia, la posición del español siempre fue noble, con intenciones “civilizatorias” o evangelizadoras, en cambio la de los indígenas fueron antropófagas y sanguinarias.
Un ejemplo de ello fue el episodio ocurrido en Caraballeda hacia el año 1570, cuando un grupo de indígenas atacó al recién fundado poblado, entrando por la playa en varias embarcaciones. Este episodio es tratado por algunos cronistas como una acción de “pillaje”, ante lo cual los españoles no tuvieron otra alternativa que la resistencia.
Además de ello, en la acción destacan la participación “heroica” de una mujer española llamada Leonor de Cáceres, quién al ver en peligro la vida de sus hijos, arrebató la macana a un indígena y logró matar varios de los “feroces invasores”.
Por supuesto hay que entender que quienes esto escriben, lo hacen basados en lo que contaron personas como José de Oviedo y Baños, cronista de indias que contó las cosas como mejor le convenía, siempre valorando la actitud del español por encima de la de los indígenas.
Habría que reflexionar si el supuesto heroísmo de la señora Cáceres no era más bien una actitud valiente de una persona que defiende la vida de sus hijos pero que, siendo parte del grupo de españoles, se convirtió también en parte del enemigo en el marco de una sangrienta guerra provocada por lo excesos de los verdaderos invasores extranjeros.
Habría que reflexionar también si las veces que los españoles atacaron a las poblaciones indígenas también estuvo en peligro la vida de los hijos de quienes allí habitaban, pero que los que escriben la historia no mencionan. Pareciera que los hijos de los españoles si eran importantes pero no los de los indígenas.
Esta es, pues, la forma de escribir la historia que debemos combatir. Esa visión eurocéntrica que aún se anida en la mente de algunos y que se empeña en silenciar la voz de quienes llevaron la peor parte en el proceso de invasión e imposición colonial.

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