martes, 6 de abril de 2010

EMILIO BOGGIO


Hijo de inmigrantes italianos nace en La Guaira el 12 de Mayo 1857, en el marco de un tiempo histórico de compleja significación por atravesar Venezuela por un periodo de turbulencias políticas, signadas por la confrontación entre liberales y conservadores.
Natural de Génova su padre, Juan S. Boggie, se había dedicado al comercio en la ciudad de Caracas, donde se había instalado luego de un breve paso por Angostura (hoy Ciudad Bolívar) y habiéndose convertido en un próspero hombre de negocios, parte a Francia en 1864. Es así como a la corta edad de siete años Emilio Boggio es llevado por primera vez al país que lo verá morir 56 años más tarde.
La familia del joven Emilio, en especial su madre María Josefa Zelie Dupuy, le habían destinado una vida dedicada al comercio por lo cual es enviado nuevamente a Venezuela en 1873. En 1877 contrae fiebre tifoidea, enfermedad muy común en la Caracas de esa época y sus padres envían por él regresando nuevamente a Francia donde, contra su voluntad se dedica al estudio del comercio.
Pero es en 1878 cuando descubre su verdadera pasión al asistir a la Exposición Mundial en la cual se ofrecía una muestra de pintura y decide estudiar, buscando las más famosas escuelas, en ninguna de las cuales es recibido por no saber pintar, lo que le hace buscar una academia particular.
Julián se llamaría la academia donde este afamado pintor dio sus primeros pasos dentro de ese denso mundo de la expresión plástica. Allí habría de recibir la notable influencia de sus primeros maestros Jean-Paul Laurent y William Bouguereau, donde la armonía de la composición y la excelente construcción de los planos de fondo van a caracterizar esa primera etapa de su vida artística.
Ese mismo año conoce en París a Emilio J. Maury también guaireño dedicado al aprendizaje del arte de pintar. Este compatriota sería pieza fundamental para que los padres de Boggie se convencieran de permitirle dejarle estudiar pintura. Ambos tendrían a Julián como su primera academia.
En 1883 se encuentra en París con el venezolano Cristóbal Rojas y más adelante hace amistad con Arturo Michelena, afamados pintores venezolanos. De allí en adelante la carrera de Boggie comienza a llenarse de gloria y halagos.
Hacia 1887 conoce a quien sería su esposa Agustina Dehay con quien mantendría una tormentosa relación que terminó en un complicado divorcio.
Boggie alcanza la cima de su carrera en el período 1910 – 1918, durante el cual realiza una gran cantidad de paisajes y retratos, muchos de los cuales logra vender en 1919 cuando realiza una exposición en la Sala de la Escuela de Música y Declamación de la Academia de Bellas Artes en Venezuela.
Más tarde regresaría a Francia donde muere a la edad de 63 años en su casa de Auvers, era el mes de junio de 1920.
JOSÉ MARÍA A DOS VOCES

Todos los 13 de julio de cada año, este Estado y Municipio recuerda dos acontecimientos que, aunque trágicos, son de suma importancia para nuestra memoria histórica. Uno ellos ocurrió aquí mismo, en este puerto el año de 1797, cuando una indiscreción dio al traste con uno de los proyectos revolucionarios más importantes de la historia política venezolana.
Era el caso que, un grupo de personas pertenecientes a sectores económicos importantes y algunos criollos que ejercían funciones menores en cuanto al gobierno español en estas tierras, habían construido un movimiento de clara tendencia independentista y, además, habían logrado nuclear a un importante número de esclavizados.
Hace 209 años rodaron las cabezas de quienes querían para este pueblo un mejor futuro, y rodaron empujadas por las manos de los que, trece años después, en 1810, iniciaron el proceso que lograría coronar la independencia absoluta de Venezuela. Ilustres “héroes de la independencia” aparecen señalados por el dedo de la historia como inquisidores de los revolucionarios guaireños.
Hoy a 209 años de haberse abortado el primer intento de independencia de toda la América hispánica, las cenizas de su principal constructor aun no han sido veneradas, pero como el mismo dijo, algún día será.
El otro acontecimiento que hoy recordamos, también trágico, ocurrió, muy lejos de aquí. En la ciudad norteamericana de Nueva York el 13 de Julio, día lluvioso de 1854, moría el sabio Don José María Vargas, nuestro epónimo.
Vargas formó parte de una élite de intelectuales que hizo grandes aportes, en su caso, según la historiografía venezolana, en el campo de la ciencia médica. Pero la historia que le han construido a este personaje ha desdeñado su participación en sectores distintos de aquella convulsionada Venezuela que le tocó vivir.
También han desdeñado quienes se han dedicado a historiar a Vargas su condición de individuo que, como parte de una sociedad altamente conservadora, siempre tendió al sostenimiento de los elementos que soportaban las bases del dominio criollo.
Uno de esos elementos fue la esclavitud, sistema abolido de derecho unos meses antes de su muerte, en marzo 1854. La participación del médico guaireño como diputado al Congreso Constituyente de 1830, en el cual se profundizó el sistema esclavista en Venezuela al prolongar el tiempo de posesión de los amos sobre los esclavizados, fue de abierta inclinación hacia su mantenimiento.
Ambos pertenecientes a distintos tiempos históricos. Uno luchando contra un sistema al cual le eran evidentes sus fisuras, pero dotado de una estructura sociopolítica que tenía casi trescientos años de maduración; otro, conviviendo dentro de un sistema que aún no había superado las limitaciones que se le habían impuesto el haber sido hijo legítimo del orden español y que estaba conducido por individuos que no solamente mantuvieron el sentido de desigualdad entre los seres humanos sino que, en algunos casos lo profundizaron.
España y Vargas son ejemplos de una verdad que muchos hoy quieren despreciar: y es que en la historia se encuentra la clave para entender la manera cómo se ha venido desarrollando la pugna entre dos visiones antagónicas de la sociedad y quienes han sido sus actores. Nuestro presente es la resultante de nuestro pasado y sólo si entendemos sus códigos podremos construir un futuro de justicia social.
LA GUAIRA Y EL MUTUALISMO

El próximo 28 de Octubre se celebrará nuevamente, como todos los años, el día del mutualismo, una de las actividades más representativas de la sociedad guaireña desde que se afianzó desde mediados del siglo XIX hasta las medianerías del siglo XX.
En La Guaira, el mutualismo comienza con la fundación de la Sociedad Benéfica Mutuo Auxilio, primera en América, la cual fue instalada el día de San Simón de 1848, o sea, un 28 de Octubre. Nace esta sociedad en el marco de un tiempo histórico signado por la agudización de las contradicciones entre los grupos de mayor beligerancia: liberales y conservadores. José Tadeo Monagas estaría ocupando la primera magistratura.
Esta sociedad desarrolla una intensa actividad al establecer un hospital de mujeres y una escuela de primeras letras y por sus filas pasaron importantes figuras de la sociedad porteña. Su primer Presidente fue Don Eusebio Bello, y su primera directiva estaba conformada de la siguiente manera: Vicepresidente: Magdaleno Flores; Secretario de Actas: Juan José Courbón; de Correspondencia; Juan Bautista Merlo; Tesorero; Pedro Eduardo Norante: y Visitador: Domingo Rus. Suplentes: Calixto Sabino y Lorenzo Marín.
En 1855 se inició la construcción del edificio que serviría como sede de esta asociación ubicado en un terreno cerca de la orilla del mar, donado por la “Sociedad dirección de fábrica de la casa-logia”, que auspiciaba la construcción del primer templo masónico en nuestro litoral. No es casual este donativo siendo que un buen número de sus miembros, a través de la historia, han sido miembros de esta fraternidad.
Hoy en día la Sociedad Mutuo Auxilio tiene su sede en la popular calle el León de La Guaira, lugar que se vio severamente afectado por la tragedia de 1999, la cual se llevó buena parte de la historia de esta importante sociedad mutualista al desaparecer la mayoría de sus libros. Con ella coexisten otras sociedades benéficas ubicadas en Maiquetía y que son un ejemplo de la manera en que se desarrolló la actividad mutualista en este pequeño pero acogedor Estado.
EL PROYECTO REVOLUCIONARIO DE GUAL Y ESPAÑA

La mayoría de los analistas coinciden en que el proceso abortado en La Guayra en 1797 fue el único de los mal denominados movimientos pre independentistas en toda la América que tenía características de verdadera revolución por su contenido ideológico, el cual buscaba la transformación de las estructuras del estado colonial, con un contenido social impensable en una época donde las clases estaban claramente determinadas y el ser humano no era definido en términos de igualdad.
Y no era casual que fuese precisamente en La Guayra donde estallara un movimiento independentista en el cual se utilizaran los parámetros ideológicos de procesos tan lejanos geográficamente como la Revolución francesa. Esta era la puerta de entrada de todo lo que se consumía en la denominada provincia de Venezuela y más específicamente en Caracas, pujante ciudad, cuna de importantes familias.
La Guayra, según se puede conocer por relaciones de los funcionarios reales que vinieron por estas tierras, era azotada por una de las prácticas más usuales de la época: el contrabando. Actividad realizada por todo aquel que pudiese vender sus mercancías a los corsarios ingleses u holandeses los cuales pagaban mejores precios que el monopolio español.
Es así como los primeros libros prohibidos, que trataban sobre propiedad, libertad, igualdad y fraternidad, principios sobre los que se basó el proyecto revolucionario de Gual Y España, llegaron en los propios barcos de la corona. La Real Compañía Guipuzcoana llamada a combatir el contrabando, se dedicó a cultivar ese próspero negocio y las bóvedas de sus embarcaciones venían llenas de cajas de libros que luego eran vendidos a quienes, de alguna forma, ya tenían conocimiento de lo que en Europa estaba sucediendo.
Por supuesto, siendo La Guayra el lugar en el cual se encontraba el principal puerto, recibía primero la preciada mercancía, que por cierto era muy común en las bibliotecas de las más encumbradas familias. Si bien eran libros prohibidos por la corona por considerarlos sediciosos y dañinos para la buena conducta de sus súbditos, para nadie era un secreto que hasta los propios funcionarios de la corona y representantes de la Iglesia, se vanagloriaban de tener como libro de cabecera las obras de Rousseau, de Montesquieu o de Alembert.
Era usual que los guayreños fuesen criticados por sus conductas afrancesadas. Los caraqueños se asombraban de la forma en la cual en las calles de la Guayra, era común escuchar a cualquier vecino hablar de la necesaria igualdad entre los hombres.
Es así como José María España, imbuido de ese espíritu libertario que lo acompañó hasta el pié del patíbulo, logró sumar al proyecto a un conjunto de hombres, pertenecientes unos a las más importantes familias de la sociedad guayreña, sobre todo prósperos comerciantes y a otros no tan aristócratas con oficios de barberos, sastres, albañiles, jornaleros, zapateros y carpinteros; También se suman algunos militares como cabos y sargentos del batallón de veteranos; esclavos, libertos, sirvientes y hasta sacerdotes como es el caso del Pro. Don Tomás Sandoval el cual fue sentenciado al extrañamiento perpetuo de estas provincias luego de haber sido delatado, o como dice un gran amigo, traicionado el proyecto revolucionario.
También logra sumar José María España a Juan Bautista Picornell, que habiendo llegado a la Guayra reo de la justicia española, es sumado al proyecto luego de haber escapado de la prisión, con ayuda de José María España. Prisión a la que había sido conducido acusado de participar en la metrópolis de un movimiento insurreccional que buscaba transformar la monarquía en república.
Si bien este proyecto independentista es apenas trece años menor que el que estalló en Caracas aquel famoso 19 de abril, el mantuanaje caraqueño, que llevaría a cabo el proceso condujo a la declaración de independencia, rechazó las acciones de los guayreños. Estos no podían apoyar un movimiento que suponía la abolición de los elementos e ideas sobre los cuales se sustentaba su poder.
No olvidemos que el proyecto develado en 1897 establecía como uno de sus principales elementos la abolición de la esclavitud y la desaparición de las desigualdades sociales, lo que evidentemente no estaba en las mentes de los oligarcas caraqueños. Esto es fácilmente demostrable con sólo leer la posición de los más connotado líderes de la independencia, donde no solamente es eludida la libertad de los esclavos, sino que más bien, a medida en que se iba consolidando el proceso, se fue profundizando aún más la esclavitud, con leyes de manumisión que, en vez de procurar la pronta libertad de los esclavos, alargaron el tiempo de posesión a los amos.
Evidentemente que el proyecto de La Guayra chocaba contra los intereses del sector económico y su impermeable estructura social. El artículo 32 de las Constituciones promulgadas en el marco de los preparativos de este primer movimiento independentista es muy claro. “Se declara la igualdad entre todos los habitantes de las provincias y distritos; y se encarga que entre blancos, indios, pardos y morenos reine la mayor armonía, mirándose todos como hermanos en Jesucristo iguales por Dios”...
Y es que era verdaderamente un proyecto revolucionario. Intentar transformar una mentalidad que establecía severas diferencias sociales, donde la supremacía racial se imponía ante los mismos cánones de la fe católica, donde la misma Iglesia era representante del pensamiento más conservador con respecto a las clases sociales, le imponía al proyecto características de utopía revolucionaria.
La reacción del poder, por supuesto, fue implacable. No podía ser de otra manera. Los intereses de la corona y el mantuanaje estaban en peligro. Peligro que no es fruto de la imaginación de quienes hemos estudiado este proceso. Es que el mismo Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela Don Manuel Guevara y Vasconcellos, en una comunicación enviada al rey, le expresaba su tranquilidad ante el aniquilamiento de una sublevación que, por los enlaces que tenia con las demás provincias de América, puso en peligro la soberanía del monarca.
La figura de José María España, inspirador de la utopía más hermosa que se pudo haberse pensado en estas tierras, es pues, baluarte para quienes pensamos en la verdadera libertad y en la verdadera igualdad. No en la libertad de los poderosos, sino la libertad de todos y todas. No en la igualdad entre ricos, sino en la igualdad que nos hace a todos hijos e hijas de dios, sin importar el color ni la condición social. Esa es quizá una lección que da José María España, Manuel Gual y todos los que junto a ellos tuvieron la osadía de atreverse, a quienes hoy pretenden convertir la patria en un escenario de desigualdades sociales, resucitando odios raciales y el desprecio de quienes legítimamente han tenido posibilidades de ascender socialmente contra los que el mismo sistema ha excluido en lo que ha debido ser una justa distribución de las riquezas.
Finalmente, pareciera que el esfuerzo realizado por José María España no ha sido suficiente mente recompensado por la posteridad. Es evidente que la figura de este guayreño no ha logrado deslumbrar el ánimo de jefes y gobernantes. Ya para el siglo XIX el historiador Andrés Level de Goda decía: “Nadie se acuerda de este mártir, ni siquiera para una expresión de honor en el Congreso Nacional, ni en el gobierno, ni en los Concejos Municipales”. Más de un siglo después, el olvido es el mismo. Sus cenizas aún no han sido honradas. Muchas gracias.
VISIONES SOBRE LA GUAIRA: HUMBOLDT

Siguiendo con esta serie de artículo sobre la visión de algunos viajeros con respecto a La Guaira, presentamos en esta ocasión las del científico alemán Alejandro de Humboldt, quien llega el 20 de noviembre de 1799 y, junto a su ayudante Aimé Bompland exploró Caracas y sus alrededores, haciendo mediciones de temperatura y describiendo el paisaje geográfico así como la flora y la fauna, en la obra titulada Viaje a las Regiones Equinocciales.
Lo primero que advierte Humboldt es que las personas que le acompañaban le recomendaron no dormir en la Ciudad de La Guaira, que acababa de recuperarse de una epidemia de fiebre amarilla, sino en Maiquetía que se presentaba con mejor clima.
Humboldt describe la ciudad de La Guaira aludiendo que cuenta con sólo dos calles que van de este a oeste y una población que oscila entre 6.000 y 8.000 habitantes, dotada de fortificaciones” bien dispuestas y mantenidas” y observa lo siguiente: ¨”El aspecto de este lugar muestra algo de solitario y lúgubre, creyendo uno encontrarse, no en un continente cubierto de vastas selvas, sino en una isla rocallosa, privada de mantillo y de vegetación”.
Sigue describiendo Humboldt a La Guaira de la siguiente manera: “el calor es asfixiante en el día, y las más de las veces también en las noches”. “Las calles de La Guaira me han parecido en general bastante aseadas, con excepción del barrio de las carnicerías”.
Sobre el puerto dice: ”es más bien una rada que un puerto, pues la mar está allí constantemente agitada.” y describe la forma en que son cargados los barcos: “los negros y mulatos libres que llevan el cacao a bordo de las embarcaciones son una clase de hombres de una fuerza muscular muy notable. Pasan el agua a medio cuerpo, y, cosa bien digna de atención, nada tienen que temer de los tiburones, que son frecuentes en este puerto” .
Su camino a Caracas también fue escenario de amplias descripciones de las cuales destacamos, de manera reducida la siguiente. “El camino de La Guaira al Valle de Caracas es infinitamente más hermoso que el de la Honda a a Santa Fe y el de Guayaquil a Quito.” “En buenas mulas no se gastan sino tres horas para ir del puerto de La Guaira a Caracas y bastan sólo dos para el regreso. En mulas de carga o a pie, el viaje es de cuatro a cinco horas “
Esto sólo una parte muy pequeña de toda la descripción que hace el científico alemán sobre estas tierras, que es a la vez el producto de las condiciones en las cuales se encontraba el país y la región a finales del siglo XVIII.
VISIONES SOBRE LA GUAIRA: MIGUEL CANÉ

En el marco de la conmemoración de un aniversario más de la supuesta fundación de La Guaira el 29 de junio, he querido compartir con mis lectores una serie de comentarios realizados por diferentes viajeros sobre la visión que tuvieron de La Guaira en diferentes épocas. Comienzo con Miguel Cané, diplomático argentino que escribió una obra hoy casi desconocida titulada Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia (La Luz,1907).
El libro en cuestión narra la experiencia del diplomático por estas tierras y ofrece una visión muy particular de lo que vio y vivió a su llegada en La Guaira desde su salida de Caracas, describiendo el viaje en ferrocarril como una travesía “buscando el mar por las laderas de las montañas, accidentadas, abruptas, caprichosas en sus direcciones, con sus valles estrechos y profundos”.Para el diplomático, el ferrocarril de Caracas a La Guaira, cuya construcción aún estaba concluida y se encontraba paralizada, era una obra de trascendencia vital para el desarrollo de Venezuela y opinaba que “la nación entera debía adeudarse para dar fin a esas dos vías que se pagarían por sí mismas en poco tiempo.”
Su arribo a La Guaira, después de seis horas de agotador camino, termina en el famoso Hotel Neptuno el cual le sirvió de aposento por cinco días “en el que tenía forzosamente que descender, por la sencilla razón de que no hay otro en la Guaira.” . De este se expresa de la siguiente manera: “nada, nada puede compararse con aquel hotel Neptuno que, como una venganza, enclavaron las potencias infernales en la tétrica Guaira. ¿Describirlo? Imposible “.
La estadía de Cané en la ciudad parece no haber sido nada grata. La descripción que hace de ella es lapidaria, al respecto comienza diciendo: “Los venezolanos dicen, y con razón, que Venezuela tiene la cara muy fea, refiriéndose a la impresión que recibe el extranjero al desembarcar en la Guaira.” Luego comenta: “En efecto, la pobreza, la suciedad de aquel pequeño pueblo, su insoportable calor, pues el sol, reflejándose sobre la montaña, reverberando en las aguas y cayendo de plomo, levanta la temperatura hasta 36 y 38 grados; el abandono completo en que se encuentra, hacen de la permanencia en él un martirio verdadero”
Sobre el puerto dice: que “no es un puerto, ni cosa que se le parezca; es una rada abierta, batida furiosamente por las olas, que al llegar a los bajos fondos de la costa, adquieren una impetuosidad y violencia increíbles.” Describe el peligro con que frecuentemente se realizan los embarques tanto de carga como de personas.
La visión de Cané sobre La Guaira, que parcialmente presentamos aquí, no es más que la forma en la cual se encontraba la ciudad y puerto a principios del siglo XX, como parte de una Venezuela que sucumbía en el marco de sus pasadas guerras y sin petróleo, ya que éste no era aún la gallina de los huevos de oro.
VISIONES SOBRE LA GUAIRA: PAL ROSTI

Pal Rosti fue un viajero húngaro que vino a Venezuela a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX (1857). En su obra, Memorias De Un Viaje Por América, se introduce en una descripción profunda que abarca varios ámbitos. A su llegada a La Guaira la describe de la siguiente manera:”El puerto de La Guaira, que sólo está a tres horas de Caracas – la capital del país – en realidad sólo puede llamarse rada; el mar es siempre tumultuoso allí, su fondo no es propicio para anclar, y los barcos tienen muchos inconvenientes, no sólo por las borrascas y bancos de arena, sino también por la broma. No pueden acercarse a la orilla y sólo con mucho trabajo pueden cargar y descargar (…) los negros llevan hasta el barco los sacos de café y cacao – cargándolos a hombros y vadean con el agua hasta el pecho.”
Pasa Rosti a describir las características del clima: “La Guaira (paralelo 10º36’19’’ norte; meridiano 69º26’13’’ oeste) padece todo el ardor de la zona tórrida. Durante el día muchas veces el calor es agotador, y – en ocasiones – hasta en la noche. La temperatura media del año es de 28,1º; en el mes más caluroso alcanza a 29,3º, y en el más fresco es de 23,2º “
Es de hacer notar que el viajero toma en cuenta, coincidiendo con Humboldt, las condiciones del clima para hacer comparaciones con otras realidades. Al respecto afirma: …”Lo que fomenta este calor de La Guaira, y muchas veces lo que hace insoportable, es la ausencia muy frecuente de las agradables brisas marinas (briz), que en La Habana y hasta en Veracruz atenúan los soles más hirientes. Además las estériles rocas –en las cuales se apoya una parte de la ciudad y que por el norte se extienden hasta el mar – caldeándose por los rayos solares se inflaman a modo de hornos candentes.”
También describe el paisaje natural del camino de La Guaira a Caracas de la siguiente manera: “Nuestro camino, serpenteante y bastante escarpado, ora corría entre frondosos y gigantescos árboles, tales como no he visto hasta ahora en tupidos bosques ricos en plantas, ora se deslizaba al lado de sombreadas plantaciones de café, o a la vera de verdes praderas, estériles peñas y profundas hondonada”
Luego nos regala este hermoso pasaje de su visión: “Bajo nosotros estaba La Guaira, con sus casas níveas, sus estériles rocas bañadas incesantemente por las murmurantes olas, más allá, los barcos de la rada, que se mecían inquietos, y alrededor – a lo largo de la costa – verdes colinas con ruinas de fortalezas, chozas de pescadores sombreadas por palmares, y perdiéndose en la lejanía algunos pueblecitos y bosquecillos frondosos”.
VARGAS EN LA ENCRUCIJADA.

El 8 de Julio de 1835 estalla en Maracaibo un movimiento militar dirigido al derrocamiento del Presidente Constitucional José María Vargas, único civil en ocupar ese cargo durante la primera mitad del siglo XIX.
Denominado Revolución de las Reformas, este movimiento estaba liderizado por algunos caudillos de importante liderazgo como Santiago Mariño y José Tadeo Monagas y otros personajes bien conocidos de la historia como Pedro Carujo, los cuales cuestionaban la presencia del sector civil en el poder político, por carecer de méritos suficientes para la conducción de los destinos del país, debido a la poca importancia de su actuación en la guerra de independencia.
El fracaso del gobierno de Vargas esta íntimamente ligado a la forma en la cual éste arriba a la presidencia. La exclusión del elemento caudillista como factor fundamental de acceso al poder, lo que le restaba de una sólida base de sustentación y la posición del sector militar contraria a la existencia de un gobierno civil, fueron factores fundamentales de dicho fracaso.
El mantuanaje caraqueño había observado en la figura del médico guaireño a un potencial candidato, capaz de capitalizar las aspiraciones de quienes estaban dispuestos a someter al sector militar en los marcos de un Estado civilista.
La existencia de un sistema de votación censitario, que imitaba el acceso al sufragio sólo a quienes poseían bienes de fortuna, garantizaba a Vargas la votación de hacendados y buena parte de los comerciantes e intelectuales; en contra de Carlos Soublette, candidato apoyado por Páez y el sector militar. Esto fue determinante para el triunfo de José María Vargas en una elecciones donde no faltó
El nuevo gobierno que se instala en 1835 tenía una enorme debilidad al no contar con el apoyo de una figura capaz de mantener a raya a una cantidad de caudillos regionales que aspiraba a gobernar al país. Posterior a la derrota de su candidato, Páez quien evidentemente contaba con el respeto del resto de los caudillos regionales, hace pública su decisión de retirarse a la vida privada en su hato de Valencia. Allí, el caudillo llanero recibía constantes informes sobre la situación política y militar del País.
Resulta ingenuo pensar que, con el prestigio y poder que detentaba, Páez se hubiese retirado definitivamente y renunciando a la posibilidad de seguir determinando los destinos de un país que le reconocía como el individuo que garantizaba la convivencia y la gobernabilidad dado el poder que tenía sobre el estamento militar por su astucia en el manejo de las relaciones políticas.
Es así como muy pronto Vargas, quien en reiteradas oportunidades había expresado su rechazo a su designación como candidato presidencial por saberse carente de los elementos de poder necesarios para gobernar a un país con las características que tenía la Venezuela en el siglo XIX, enfrentó la arremetida del sector militar, quienes lograron una audaz alianza entre Bolivarianos y antibolivarianos.

La madrugada 8 de julio el presidente constitucional, detenido en su propia casa, logra reunir al Concejo de Gobierno por intermedio de uno de sus criados, quien logra tramitar la convocatoria escondiéndose y saltando paredes. En esa reunión se tomaría una decisión que determinaría el pronto el restablecimiento del orden: se designa a José Antonio Páez, como jefe de operaciones y comandante jefe del ejercito constitucional de Venezuela.
La reacción del caudillo llanero no se hace esperar. Esta situación lo coloca como el elemento fundamental para la pacificación del país y lo reivindica en su condición de caudillo mayor.
La actuación de Páez en estos acontecimientos ha causado suspicacia en algunos historiadores. El general ya conocía la posición de los alzados quienes le reclamaban como su jefe y le reconocían como la única persona con derecho a gobernar el país. Este, con la astucia política que le caracterizaba, logró imponerse ante los reformistas y restaurar a Vargas en la presidencia, solicitando la amnistía de todos los comprometidos, a quienes se les debía respetar su vida, gradas militares y propiedades.
Restaurado el gobierno, el congreso no acoge las recomendaciones “magnánimas” del general Páez, lo que provoca que la ira de la oposición militar y el recrudecimiento de sus intenciones de derrocar al gobierno. Páez inconforme con la decisión de castigar a los inculpados se muestra indiferente y ofendido ante lo que consideraba un deseo de menoscabar su autoridad y un intento del sector civil de someter al sector militar. Este hecho determina el retiro definitivo del apoyo del Caudillo Mayor al gobierno.
La descripción de algunos historiadores de la reunión quesos tuvieron Vargas y Páez en la residencia del caudillo en Valencia, muestra a un caudillo indiferente ante los planteamientos del Presidente de la República. De ese encuentro, Vargas sale convencido de que su única base de sustentación, el único elemento capaz de mantener la estabilidad del gobierno ya no estaba consigo y anuncia su definitiva renuncia a la presidencia de la República en una comunicación enviada al congreso el 14 de Abril de 1836.
El fracaso del gobierno de Vargas es una muestra de cómo la exclusión del caudillo como elemento definitorio de acceso al poder político en el siglo XIX, deja fuera de control del Estado el monopolio de la violencia y lo traslada hacia lo que el mismo Vargas definía como el sector que gozaba de “el prestigio de las grandes acciones y las relaciones adquiridas en la guerra de independencia...”* esto no es más que el estamento militar y, más aún, quienes dentro de este son capaces de determinar de manera contundente los destinos de un país que recién había salido de la guerra de independencia.


* Carta de José María Vargas “A los señores electores Citado por Francisco González Ginán en Historia Contemporánea de Venezuela, Caracas. Ed. de la Presidencia de la República, 1954, Tomo II, P. 315
GUAL Y ESPAÑA: LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

La mayoría de los analistas coinciden en que el proceso abortado en La Guiara en 1797 fue el único de los mal denominados movimientos pre independentistas en toda la América que tenía características de verdadera revolución por su contenido ideológico, el cual buscaba la transformación de las estructuras del estado colonial, con un contenido social impensable en una época donde las clases estaban claramente determinadas y el ser humano no era definido en términos de igualdad.
Y no era casual que fuese precisamente en La Guiara donde estallara un movimiento independentista en el cual se utilizaran los parámetros ideológicos de procesos tan lejanos geográficamente como la Revolución francesa. Esta era la puerta de entrada de todo lo que se consumía en la denominada provincia de Venezuela y más específicamente en Caracas, pujante ciudad, cuna de importantes familias.
La Guiara, según se puede conocer por relaciones de los funcionarios reales que vinieron por estas tierras, era azotada por una de las prácticas más usuales de la época: el contrabando. Actividad realizada por todo aquel que pudiese vender sus mercancías a los corsarios ingleses u holandeses los cuales pagaban mejores precios que el monopolio español.
Es así como los primeros libros prohibidos, que trataban sobre propiedad, libertad, igualdad y fraternidad, principios sobre los que se basó el proyecto revolucionario de Gual Y España, llegaron en los propios barcos de la corona. La Real Compañía Guipuzcoana llamada a combatir el contrabando, se dedicó a cultivar ese próspero negocio y las bóvedas de sus embarcaciones venían llenas de cajas de libros que luego eran vendidos a quienes, de alguna forma, ya tenían conocimiento de lo que en Europa estaba sucediendo.
Por supuesto, siendo La Guiara el lugar en el cual se encontraba el principal puerto, recibía primero la preciada mercancía, que por cierto era muy común en las bibliotecas de las más encumbradas familias. Si bien eran libros prohibidos por la corona por considerarlos sediciosos y dañinos para la buena conducta de sus súbditos, para nadie era un secreto que hasta los propios funcionarios reales y representantes de la Iglesia, se vanagloriaban de tener como libro de cabecera las obras de Rousseau, Montesquieu o de Alembert.
Era usual que los guaireños fuesen criticados por sus conductas “afrancesadas”. Los caraqueños se asombraban de la forma en la cual en las calles de la Guiara, era común escuchar a la gente común hablar de la necesaria igualdad entre los hombres.
Es así como José María España, imbuido de ese espíritu libertario que lo acompañó hasta el pié del patíbulo, logró sumar al proyecto a un conjunto de hombres, pertenecientes unos a las más importantes familias de la sociedad guaireña, sobre todo prósperos comerciantes y a otros no tan aristócratas con oficios de barberos, sastres, albañiles, jornaleros, zapateros y carpinteros; También se suman algunos militares como cabos y sargentos del batallón de veteranos; esclavizados, libertos, sirvientes y hasta sacerdotes como es el caso del Pro. Don Tomás Sandoval el cual fue sentenciado al extrañamiento perpetuo de estas provincias luego de haber sido traicionado el proyecto revolucionario.
También logra sumar José María España a Juan Bautista Picornell, que habiendo llegado a la Guiara reo de la justicia española, es sumado al proyecto luego de haber escapado de la prisión, con ayuda de los conjurados. Prisión a la que había sido conducido por haber participado en la metrópolis de un movimiento insurreccional que buscaba transformar la monarquía en república.
Si bien este proyecto independentista es apenas trece años menor que el que estalló en Caracas aquel famoso 19 de abril, el mantuanaje caraqueño, que llevaría a cabo el proceso condujo a la declaración de independencia, rechazó las acciones de los guaireños. Estos no podían apoyar un movimiento que suponía la abolición de los elementos e ideas sobre los cuales se sustentaba su poder.
El proyecto develado en 1897 establecía como uno de sus principales elementos la abolición de la esclavitud y la desaparición de las desigualdades sociales, lo que evidentemente no estaba en las mentes de los oligarcas caraqueños. Esto es fácilmente demostrable con sólo leer la posición de los más connotado líderes de la independencia, donde no solamente es eludida la libertad de los esclavizados, sino que más bien, a medida en que se iba consolidando el proceso, se fue profundizando aún más la esclavitud, con leyes de manumisión que, en vez de procurar la pronta libertad de los esclavizados, alargaron el tiempo de posesión a los amos.
Evidentemente que el proyecto de La Guiara chocaba contra los intereses del sector económico y su impermeable estructura social. El artículo 32 de las Constituciones promulgadas en el marco de los preparativos de este primer movimiento independentista es muy claro. “Se declara la igualdad entre todos los habitantes de las provincias y distritos; y se encarga que entre blancos, indios, pardos y morenos reine la mayor armonía, mirándose todos como hermanos en Jesucristo iguales por Dios”...
Y es que era verdaderamente un proyecto revolucionario. Intentar transformar una mentalidad que establecía severas diferencias sociales, donde la supremacía racial se imponía ante los mismos cánones de la fe católica, donde la misma Iglesia era representante del pensamiento más conservador con respecto a las clases sociales, le imponía al proyecto características de utopía revolucionaria.
La reacción del poder, por supuesto, fue implacable. No podía ser de otra manera. Los intereses de la corona y el mantuanaje estaban en peligro. Peligro que no es fruto de la imaginación de quienes hemos estudiado este proceso. Es que el mismo Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela Don Manuel Guevara y Vasconcellos, en una comunicación enviada al rey, le expresaba su tranquilidad ante el aniquilamiento de una sublevación que, “por los enlaces que tenia con las demás provincias de América, puso en peligro la soberanía del monarca”.
La figura de José María España, inspirador de la utopía más hermosa que se pudo haberse pensado en estas tierras, es pues, baluarte para quienes pensamos en la verdadera libertad y en la verdadera igualdad. No en la libertad de los poderosos, sino la libertad de todos y todas. No en la igualdad entre ricos, sino en la igualdad que nos hace a todos hijos e hijas de dios, sin importar el color ni la condición social. Esa es quizá una lección que da José María España, Manuel Gual y todos los que junto a ellos tuvieron la osadía de atreverse, a quienes hoy pretenden convertir la patria en un escenario de desigualdades sociales, resucitando odios raciales y el desprecio de quienes legítimamente han tenido posibilidades de ascender socialmente contra los que el mismo sistema ha excluido en lo que ha debido ser una justa distribución de las riquezas.
Finalmente, pareciera que el esfuerzo realizado por José María España no ha sido suficiente mente recompensado por la posteridad. Es evidente que la figura de este guaireño no ha logrado deslumbrar el ánimo de jefes y gobernantes. Ya para el siglo XIX el historiador Andrés Level de Goda decía: “Nadie se acuerda de este mártir, ni siquiera para una expresión de honor en el Congreso Nacional, ni en el gobierno, ni en los Concejos Municipales”. Más de un siglo después, el olvido es el mismo.
LAS CENIZAS DE COLON EN LA GUAIRA


En estos últimos años el navegante genovés ha caído en desgracia, por lo tanto quizás la intención de esta crónica no revista mayor importancia para algunos, pero aún así la escribimos.
Todavía existe una amarga polémica sobre el lugar donde se encuentran las cenizas de Cristóbal Colón. Se sabe que murió en la ciudad de Valladolid, España, el 20 de mayo de 1506 y que sus restos permanecieron allí hasta 1513, cuando fueron llevados a Sevilla y luego, en una fecha imprecisa entre 1540 y 1550, cumpliendo la ultima voluntad del Almirante, fueron trasladados sus restos a Santo Domingo y depositados en la Catedral, exactamente al lado derecho del altar mayor.
Pero también se sabe que hacia finales del siglo XVIII (1795) los restos fueros trasladados a La Habana y es allí donde comienza el problema. Pues bien, resulta que cuando se hicieron reparaciones en la Catedral de Santo Domingo en 1877 se encontraron por mera casualidad, en el mismo lugar, lado derecho del altar mayor, dos bóvedas separadas, una perteneciente a Cristóbal Colón con su respectiva inscripción y la otra, que se encontraba vacía, perteneciente a su hijo Diego Colón. Se supone que lo que se llevó a La Habana, por equivocación, no fueron los restos del Almirante sino los de su hijo.
Ante tal hallazgo, se convocó a un conjunto de personas entre las cuales se encontraban representantes del estado, de la Iglesia, el Cónsul de España, el general venezolano Lugardis Olivo y otros individuos y se procedió a la exhumación. Posterior al acto, se permitió que algunas personas tomaran parte de las cenizas que quedaron en la mesa, lo cual hizo el venezolano presente y otros más, a quienes se les expidió documentos que certificaban la autenticidad de los restos.
El General Olivo trasladó su parte de las cenizas a Caracas y, posteriormente, a Duaca, Estado Lara, donde fueron encontrados en 1927 en posesión de su sobrina Etelvina González de Olivo. Posteriormente, las cenizas fueron adquiridas por el Gobierno de Eleazar López Contreras en 1941 y colocadas en la Catedral de Caracas, en la capilla de Nuestra Señora del Pópulo.
El 24 de julio de 1972, se realizó un acto solemne en la Escuelas Naval de Venezuela, ubicada en la meseta de Mamo de la Parroquia Catia La Mar, para depositar allí las cenizas del Almirante genovés. Desde entonces reposan en algún lugar del mencionado recinto, sin honores ni glorias y con la sospecha de su autenticidad.
LA HACIENDA SUAREZ

Suárez fue una hacienda dedicada al cultivo de la caña de azúcar, ubicada en la actual Parroquia Caraballeda en el lugar que hoy ocupa las Urbanizaciones Palmar Este y Caribe. La hacienda en cuestión era propiedad de Alfonso Suárez del Castillo quien la había adquirido hacia el año de 1660.
La hacienda Suárez tuvo como característica peculiar el poseer una numerosa mano de obra esclavizada, lo cual para algunas personas de la época era el único atractivo, ya su suelo en algunas partes era excesivamente arenoso. En principio estuvo dedicada al cultivo del cacao, como la mayoría de las propiedades agrícolas de su tiempo, pero las condiciones climáticas y del suelo determinaron que, posteriormente, fuese dedicada a la producción de caña de azúcar.
Antes de su muerte, Alfonso Suárez del Castillo puso la hacienda bajo administración de la Iglesia, expresando en su testamento su deseo de que la misma pasara a manos de la orden de Nuestra Señora de la Merced de Caracas. Este mecanismo, muy utilizado en Venezuela durante el siglo XVIII y que se ha dado a llamar Obras Pías, permitió que la Iglesia se apropiara de importantes y productivas haciendas y por supuesto de su mano de obra, lo que la convirtió en uno de lo principales propietario de esclavizados.
Hacia los tiempos en que Venezuela se consolida como República independiente, la hacienda Suárez fue entregada a la Universidad de Caracas (hoy Central de Venezuela) para dotarla de fuentes de ingreso, por lo cual esa casa de estudio utilizó el dinero producto de los sucesivos arrendamientos para mantener su funcionamiento. Hacia 1852 aparece la compañía Acker y Huizi como arrendataria. Esta no era más que la unión de dos poderosos inversionistas que se encuentran explotando el ramo de la producción azucarera y había logrado tener bajo su control a las principales haciendas productoras de caña como Juan Díaz de Caraballeda y Camburí (hoy Camurí Grande). William Acker fue considerado como el extranjero más adinerado de su época y Juan Pablo Huizi era miembro de importantes familias vinculadas con la actividad política.
A finales del siglo XIX, durante el gobierno de Antonio Guzmán Blanco, la hacienda fue puesta en venta al mejor postor. De allí se desprende un período de compra y venta de la misma, donde participaron importantes personajes como José Gil Fortoul, la familia Velutini y hasta el propio General Juan Vicente Gómez.
Finalmente la hacienda fue adquirida por los Branger, adinerada familia caraqueña que tenía como visión la construcción de urbanizaciones para la clase media. Es así como Suárez y la hacienda Pino se convierten en las Urbanizaciones Palmar Este y Los Corales respectivamente. Más adelante se construiría también la urbanización El Caribe en terrenos que habían pertenecido a Suárez y Juan Díaz.
Esto es parte de una línea de investigación que estamos desarrollando en la Oficina del Cronista denominada El Proceso Urbanizador en el Litoral Central.
HEROES Y VILLANOS


Definitivamente es necesario escribir una historia distinta. A la luz de los nuevos tiempos, la figura “heroica” de quienes fueron considerados conquistadores está siendo revisada y puestos en su justo lugar. Ello ha dado paso a la interpretación de la historia desde otras perspectivas, donde el colonizador es presentado en su verdadero rol de invasor y la conquista como una guerra de usurpación.
Una visión retrospectiva, muestra que la historiografía oficial siempre fue muy benévola con los europeos a la hora de contar sus andanzas por estas tierras, quizás porque fueron ellos o sus descendientes los que escribieron la historia, donde generalmente se describen las “hazañas” del heroico caballero español en contra de los sanguinarios, asesinos y poco amigables “indios”.
En este Estado, la guerra de usurpación que dio paso al proceso de invasión e imposición colonial fue cruenta. Los incontables enfrentamientos armados entre españoles y la población aborigen, caracterizados por la superioridad bélica de los europeos, generaron la puesta en práctica de estrategias de guerra de lado y lado.
Pero para muchos de quienes han escrito sobre alguno de esos pasajes de la historia, la posición del español siempre fue noble, con intenciones “civilizatorias” o evangelizadoras, en cambio la de los indígenas fueron antropófagas y sanguinarias.
Un ejemplo de ello fue el episodio ocurrido en Caraballeda hacia el año 1570, cuando un grupo de indígenas atacó al recién fundado poblado, entrando por la playa en varias embarcaciones. Este episodio es tratado por algunos cronistas como una acción de “pillaje”, ante lo cual los españoles no tuvieron otra alternativa que la resistencia.
Además de ello, en la acción destacan la participación “heroica” de una mujer española llamada Leonor de Cáceres, quién al ver en peligro la vida de sus hijos, arrebató la macana a un indígena y logró matar varios de los “feroces invasores”.
Por supuesto hay que entender que quienes esto escriben, lo hacen basados en lo que contaron personas como José de Oviedo y Baños, cronista de indias que contó las cosas como mejor le convenía, siempre valorando la actitud del español por encima de la de los indígenas.
Habría que reflexionar si el supuesto heroísmo de la señora Cáceres no era más bien una actitud valiente de una persona que defiende la vida de sus hijos pero que, siendo parte del grupo de españoles, se convirtió también en parte del enemigo en el marco de una sangrienta guerra provocada por lo excesos de los verdaderos invasores extranjeros.
Habría que reflexionar también si las veces que los españoles atacaron a las poblaciones indígenas también estuvo en peligro la vida de los hijos de quienes allí habitaban, pero que los que escriben la historia no mencionan. Pareciera que los hijos de los españoles si eran importantes pero no los de los indígenas.
Esta es, pues, la forma de escribir la historia que debemos combatir. Esa visión eurocéntrica que aún se anida en la mente de algunos y que se empeña en silenciar la voz de quienes llevaron la peor parte en el proceso de invasión e imposición colonial.
HACIA EL ESTADO GUAIRA

Buena acogida ha tenido nuestro planteamiento según el cual, nuestro Estado nunca debió llamarse Vargas, por aquello del reconocimiento de nuestra idiosincrasia y de los elementos que nos identifican.
El Estado Vargas es el de más reciente creación. Nace en el marco de un proceso de transición por lo demás traumático. En 1998, los representantes del pueblo ante el extinto Congreso Nacional no fueron lo suficientemente acuciosos para darse cuenta que estaban introduciendo una distorsión, error que conduciría a que el conjunto de pobladores de este Litoral Central no reconociera al epónimo y siguiera llamándose “guaireño”.
Pero es que no sólo pasa con los habitantes de estas tierras, también los que habitan más allá de las fronteras de este Estado reconocen en La Guaira a todo el territorio que lleva el nombre del médico guaireño. Es común escuchar de boca quienes se dirigen a las playas, las montañas o cualquier otro espacio de nuestra geografía, decir que vienen a La Guaira, aunque su destino sea Caraballeda, Macuto, Catia La Mar o Carayaca.
Ese ha sido nuestro principal argumento, más allá de quienes han introducido elementos de análisis cercanos a la acera de la política, esgrimiendo la tesis de la pertenencia de José María Vargas a sectores oligárquicos de la Venezuela del siglo XIX o el apoyo irrestricto dado por éste al sistema esclavista lo cual, en un Estado con un elevado índice de población afrodescendiente, vendría a representar una afrenta.
Es nuestro interés que se abra un gran debate al respecto, que todo el que tenga algo que decir a favor o en contra, lo diga. Por ello hacemos un llamado al pronunciamiento público, al debate abierto, sano, respetuoso. No representa para nosotros un irrespeto a la figura de Vargas el querer llamarnos como debemos, más bien significa colocar las cosas en su justo lugar y devolvernos la idiosincrasia que un pequeño grupo de personas, sin consultarnos, nos intentó arrebatar.
ESTADO GUAIRA

Nuestra propuesta de cambiar el nombre al Estado Vargas por Estado Guaira o La Guaira, ha sido distorsionada por algunos sectores políticos interesados en que el debate no se desarrolle de manera sana. Se ha querido establecer que la propuesta obedece a un linchamiento de la figura de José María Vargas, quien por no haber empuñado un arma en la guerra de independencia, se le pretenden negar sus enormes méritos.
Nada más alejado de la realidad. Quienes rinden glorias a Vargas, colocándolo en un lugar tan lejano que ha sido hasta ahora inalcanzable y que nada han hecho para que la gente se entere de los verdaderos méritos de médico guaireño, han colocado la discusión en un punto en el que se valora más el odio a todo lo que huela a oficialismo que al sentimiento real hacia La Guaira, como entidad que aglutina a lo que en 1998 denominaron en Caracas Estado Vargas.
José María Vargas, señores, no sólo fue ese eminente médico, catedrático y político del siglo XIX. Quienes lo reducen sólo a eso, no tienen noción de la importancia de la persona que ahora defienden con tanta vehemencia. También fue Vargas mucho más que el nombre de algunas fundaciones que han vivido bastante tiempo a su amparo. Pero lo que si no puede ser Vargas es la excusa para que un sector de politiqueros se envuelva en su manto para proyectar sus imágenes en virtud de algunos comicios electorales que se avecinan.
Muy bien, ya politizaron la propuesta. Ya dijeron que la misma es el resultado de una orden dada en diciembre pasado por el Presidente, cuando tenemos varios años andando con ella a cuestas y nunca hubo la hipócrita reacción de hoy. También dicen que es un irrespeto a la figura del “eminente sabio” quitarle su nombre al Estado, nosotros decimos que es al contrario, que Vargas debe ser el primero en estar contento con el hecho de que su amada Guaira, donde él nació, sea por fin reconocida y valorada más allá de la retórica y las falsas posturas.
EL ESTADO GUAIRA: UN DEBATE NECESARIO

Gran revuelo ha alcanzado nuestra propuesta de cambio de nombre del Estado. Hemos puesto sobre la mesa algunos elementos de carácter histórico y otros relativos a nuestra verdadera idiosincrasia, los cuales han sido atacados por quienes, a falta de argumentos, sólo les queda la iniciativa de llevar la discusión hacia los mediocres predios de la politiquería. Por ello debemos hacer algunas aclaratorias, a todos los habitantes de La Guaira a fin de salirle al paso a algunos señalamientos infundados.
Nuestra postura de cambio de nombre del Estado Vargas a Estado Guaira, nada tiene que ver con los comentarios esgrimidos por el Presidente de la República. Aunque podamos compartir algunos de ellos, este Cronista y otras personas tenemos cinco años con este planteamiento y sorprende que el mismo no haya sido rebatido ayer con la misma fuerza con que lo hacen hoy. ¿Tendrá esto algo que ver con la proximidad de algunos comicios electorales? Ojalá que no, pero….
Por otro lado se ha argumentado que estas acciones, entonces, podarían implementarse en otros estados de Venezuela, como por ejemplo, cambiar el nombre del Estado Zulia a Estado Maracaibo, con la intención de banalizar nuestra propuesta.
Si al Zulia le cambian el nombre por Estado Maracaibo, la gente de allí se seguirá sintiendo zuliana, porque esa es su idiosincrasia, lo mismo ocurriría con cualquier otro Estado de Venezuela y fue eso lo que ocurrió en estas tierras cuando, sin consultar con nadie y sin ningún tipo de debate, pusieron a este Estado el nombre que tiene actualmente y nos seguimos sintiendo guaireños y guaireñas, porque ese es nuestro gentilicio.
Otro de los sesudos argumentos de los políticos que se oponen a la propuesta, es que la misma no resuelve el problema de la inseguridad. Por supuesto que no, porque no es una medida dirigida a combatir ese flagelo, es más bien una medida dirigida a corregir una distorsión creada en el año 1998 con respecto a nuestro gentilicio.
Finalmente, nos parece inmensamente interesante el debate que ha surgido a raíz de nuestra propuesta, pero finalmente es el pueblo en general el que lo debe decidir. Palabra del pueblo es palabra de dios.
DE RAUL LEONI A URIMARE

La historia del Municipio Vargas se anota un nuevo hecho de relevancia. La Parroquia Raúl Leoni muere y nace la Parroquia Urimare, esto producto de un proceso que a continuación detallamos.
En Gaceta Municipal N° 167 del 20 de enero de 1997, se estableció la creación de dos nuevas parroquias a saber, Raúl Leoni y Carlos Soublette, decisión que se tomo sin consultar a los habitantes de la Parroquia Catia La Mar, la cual fue seccionada para crear las nuevas parroquias. De aquí en adelante fue evidente el escaso arraigo de los habitantes de nueva parroquia con su epónimo.
Si bien esta Parroquia tiene once años de fundada, aun no ha sido posible que la gente que en ella habita la reconozca como algo independiente de la Parroquia Catia La Mar, a la cual perteneció durante mucho tiempo. Es por ello que los habitantes de esta Parroquia, por la falta de identificación de quien lleva su nombre con esta región, no han logrado un apego emocional con el mismo. Los habitantes no sienten como suyo algo con lo cual no se identifican. Así, la Mayoría de las personas habitantes de zonas como Barrio Aeropuerto, Santa Eduvigis, Guaracarumbo, etc., cuando escriben su dirección lo hacen poniendo como referencia la Parroquia Catia La Mar, como si la Parroquia Raúl Leoni no existiera.
También se puede evidenciar que, a excepción de las Parroquias Raúl Leoni y Carlos Soublette, el resto de las Parroquias tienen nombres propios de nuestro gentilicio, algunas en homenaje a jefes indígenas como Caruao, Naiguatá, Macuto y Maiquetía y otras utilizan como nombres topónimos como Caraballeda, La Guaira, Catia La Mar, Carayaca y El Junko.
Hacia el año 2001, un grupo de personas, habitantes de lo que denominaron la “mal llamada” parroquia Raúl Leoni comenzó un proceso hacia el cambio de nominación, el cual se basó en la consulta a las distintas comunidades que conforman la mencionada parroquia, recolección de firmas, asambleas y peticiones al Concejo Municipal.
Ese proceso concluyó el pasado 28 de septiembre, día en el cual se realizó un referéndum que dio como resultado que la opinión mayoritaria expresara el deseo de que la parroquia sea llamada URIMARE, en honor al valor de la mujer a la lucha de los pueblos aborígenes contra el imperio español.
JOSE MARÍA VARGAS PRESIDENTE


Han transcurrido 176 años de las elecciones que llevaron a José María Vargas a la Presidencia de la República. Fue a finales 1834 y sucedió en el marco de un polémico proceso signado por la descalificación pública de uno de los candidatos que, a la postre, sería el primer presidente civil de una Venezuela en la cual, un sector de militares “héroes de la independencia” se adjudicaban la exclusividad en la conducción de los destinos del País.
Cinco fueron los candidatos en esa contienda electoral, tres militares (Carlos Soublette, Santiago Mariño y Bartolomé Salom) y dos civiles (Diego Bautista Urbaneja y José María Vargas). Este último a la primera de cambios, con menos posibilidades que el resto.
Vargas fue un candidato Sui Generis ya que desde el principio se negó a aceptar que el sector que lo proponía hiciera de él un presidente. Su argumento principal era que no contaba con las condiciones necesarias para conducir un gobierno con la fuerza suficiente para contener las ambiciones del sector militar. Este era una muestra del diagnostico objetivo que Vargas tenía sobre la situación política del tiempo que le correspondió protagonizar.
Muchos fueron los intentos de Vargas por evitar primero su candidatura y luego su elección. Es famosa una carta que envía a su hermano en la cual le pide, casi en tono de ruego, que interviniera ante sus amigos a fin de que desistieran en sus intenciónes de señalarlo como candidato; inclusive el 8 de Agosto de 1834, día en que se realizaron las elecciones primarias, hace publicar un manifiesto donde declina su candidatura.
Al mismo tiempo, Vargas era blanco de ácidas críticas por parte del sector adverso. Era tildado de aristócrata, y enemigo de los generales “héroes”, inclusive se le acusaba de extranjero y realista. Era criticado por haberse ocultado – y esta era una opinión generalizada en el sector militarista – al igual que todos los civiles, en momentos en que los militares morían en los campos de batalla. Algunos de estos señalamientos fueron admitidos por el médico guaireño.
Vargas tenía razón. Intentar acceder a los espacios de poder nacional sin el apoyo de quien garantizaba las posibilidades de gobernabilidad necesaria como lo era José Antonio Páez, fue un error fundamental. Buena parte del sector civil, expresado en los grandes propietarios de haciendas y comerciantes, apoyados en el sistema electoral vigente que privilegiaba para los sectores económicamente poderosos la posibilidad de sufragar, era su base electoral.
Todo parece indicar que Vargas se convierte en Presidente de la República aún en contra de su voluntad. La elección arrojó los siguientes resultados: Vargas 103 votos,
Soublette 45; Mariño 27; Urbaneja y Salom 10 votos cada uno. Como ninguno alcanzó la mayoría de los colegios electorales que establecía la Ley, correspondió al congreso el perfeccionamiento de la elección de la siguiente manera: Vargas 43 Votos y Soublette 14.
Antes de esa elección, la cual fue definitiva, Vargas envió una comunicación a las cámaras donde les ratificó su deseo de no ser candidato. El 9 de febrero de 1835, fue juramentado por el Poder Legislativo como Presidente constitucional de la República de Venezuela y, desde ese momento comienza un proceso destinado a su derrocamiento, el cual analizaremos en otro artículo.
EL GUARAPO ENTRÓ POR MAIQUETÍA


El Litoral Central fue siempre una región propicia para el cultivo de la caña de azúcar, por lo cual durante el siglo XVIII se conformó una importante cantidad de haciendas dedicadas a esa actividad, que se fueron ubicando preferentemente en las actuales parroquias Caraballeda, Carayaca y en las alturas de Maiquetía.
La producción azucarera siempre estuvo limitada al consumo interno, ya que la poca inversión en la tecnificación de su cultivo estableció la imposibilidad de grandes excedentes dedicados a la exportación. No fue sino hasta bien entrado en siglo XIX, cuando se hicieron algunas inversiones en máquinas movidas a vapor y se explotó de manera masiva el producto, al extremo que Camurí (hoy Camurí Grande) fue considerada la hacienda de caña de azúcar más extensa del país en la cual actuaron los inversionistas William Acker, considerado el extranjero más adinerado de su tiempo y Juan Pablo Huizi, vinculado al ejercicio del poder político y miembro de una poderosa familia.
Pero a la par de ello, se desarrolló una importante producción con un amplio mercado interno en su mayoría clandestino: el guarapo. Fue la producción del guarapo la preocupación de las autoridades civiles y eclesiásticas de la época dieciochesca. El Obispo Mariano Martí durante su visita realizada en 1770, afirmaba que la multisápida bebida había sido introducida por Maiquetía en 1741 por un francés, quien la obtenía mezclando agua con azúcar de papelón dejándola fermentar.
El consumo del guarapo se habría generalizado, según el prelado, debido a que el mismo había sido mezclado con otros ingredientes para que se tornara más agrio y fuerte y, además de ello, se conseguía a muy bajo precio, por lo cual era accesible a la “gente pobre y mal alimentada”.
El consumo del popular guarapo se había extendido tanto que el Gobernador Felipe Ricardos sugirió el establecimiento de un estanco, destinado al sostenimiento de un hospital. Era tanto el guarapo que se consumía que el Obispo llegó a afirmar que el mismo acabaría con los indios y tenía perdida a la tropa y aún a los españoles.
Pero el Obispo fue más allá de eso, ya que orientó a los párrocos a censurar el abuso en la ingesta del guarapo en las misas, por lo que el púlpito de las iglesias se convirtió en el lugar desde el cual se combatiría la perniciosa costumbre de libar la espirituosa bebida, y de esa manera evitar los desajustes sociales que ella inducía.
El consumo del guarapo, unido a la proliferación de alambiques ilegales pero de conocida existencia, fue un gran escándalo para la Iglesia, empeñada en combatir los malos hábitos de una feligresía cada vez más dada al consumo de bebedizos y menos dedicadas a las acciones espirituales.
Es de esa manera como, desde hace más de dos siglos y medio, en estas tierras las personas acostumbran tomar su traguito picante para “coger el mínimo”.
LA CRUZ DE MAYO

En Venezuela la de Cruz de mayo es una de las festividades agrarias más extendidas, celebrándose en casi todo el país, básicamente en las comunidades agrícolas. Sus orígenes son siempre borrosos, pero en el tiempo ha logrado proyectarse como un ritual que integra lo sagrado y lo profano, donde lo humano y lo divino se unen para recrear la imaginación de quienes en ella participan.
En la actualidad las festividades de Cruz de Mayo se presentan como un proceso sincrético a través de las celebraciones de velorios sonde se integran los ritos agrarios con cantos y rogativas de carácter religioso. En el fondo, Mayo se representa como el renacer de la vida, como el mes de la siembra y de la entrada de las primeras lluvias, por lo cual adquiere connotaciones de fertilidad no solamente vinculada con la posibilidad de buenas cosechas, sino también, con la procreación de los hombres y mujeres que han de poblar la tierra.
La fiesta a la Cruz de Mayo se celebra desde el tercer día y se extiende durante todo el mes, en variadas y diversas formas de acuerdo a las tradiciones agrícolas de cada región del país. En el Estado Vargas las formas varían según la región geográfica, siempre con una gran ascendencia afrodescendiente, determinada por un pasado signado por la presencia de haciendas de cacao y caña, las cuales absorbieron gran cantidad de mano de obra esclavizada
En el lado este (parroquias Caraballeda, Naiguatá y Caruao) se utilizan tamboritas (generalmente llamadas prima, cruza’o y pujo o puja'o) percutidas con palos de guayaba, cuatro y maracas (evidenciando de esa manera el sincretismo que caracteriza la fiesta), también se pueden incluir algunos utensilios que son utilizados como instrumentos musicales como el plato de peltre o el rayo de cocina y, en algunos casos, se utiliza la marímbola o marimba que es una caja de madera con una abertura que permite la resonancia que se logra con tres flejes de hierro, los cuales al percutirlos con los dedos, logra un sonido bajo parecido al bordoneo de la guitarra.
Hacia esta zona se cantan versos octosílabos en forma de cuarteta con motivos humanos o divinos, a mitad de la cual se canta un coro largo que se complementa al final del segundo pie del verso.
Hacia el Oeste (pueblos de la costa como Chichiriviche, Puerto Maya y Puerto Cruz) se utilizan los mismos instrumentos con la diferencia de que las tamboras son percutidas con las manos y los versos, también octosílabos y en forma de cuartetas, son seguidos a medio pie por un coro corto. En ambos lados se recitan décimas improvisadas con motivos humanos y divinos, en una muestra de la gran capacidad poética de algunos cultores populares.
Hoy día se han integrado a la fiesta algunos instrumentos como la tumbadora, el tres y el bajo eléctrico, lo que le inyecta un aire de modernismo muy propio de la dinámica de los tiempos.
La fiesta de Cruz de Mayo es una actividad devocional, la cual se realiza mediante el cumplimiento de promesas y en pago por favores recibidos y es una actividad generalmente reservada a la privacidad del hogar, aunque algunas veces se realiza en plazas u otros espacios públicos, donde se adorna una cruz en un altar con palmas, papel y flores multicolores. La tradición dice que vestir la Cruz, o ayudar a ello, es bueno ya que ella le proporciona ropa todo el año a las persona.
VARGAS Y EL PROBLEMA DE LA ESCLAVITUD


José María Vargas, digno representante de su época, se puede considerar como un hombre que siempre propendió al sostenimiento del orden establecido en el tiempo que le correspondió vivir. Uno de los elementos distintivos de ese orden fue la permanencia y profundización del régimen esclavista.
Definitivamente, esa generación de “independentistas” que llevó a cabo el proceso que culminó con la emancipación de Venezuela, jamás se propuso el establecimiento de una sociedad igualitaria. Muy por el contrario, el sistema que sometió a la esclavitud a una gran cantidad de individuos descendientes de quienes fueron secuestrados y traídos desde África, fue producto de diversos procesos de revisión en los cuales, finalmente, siempre el propietario tenía el apoyo del Estado para continuar en posesión de los esclavizados o, en todo caso, recibir la “debida” indemnización.
Es precisamente un escenario parlamentario, el Congreso Constituyente de 1830, donde se elabora una propuesta para revisar un sistema de manumisión basado en una Ley de 1821, la cual establecía que los individuos que nacieran a partir de su promulgación, serían libres a la edad de 18 años, por lo cual ha fue denominada Ley de Libertad De Vientres, otorgando preferencia a personas jóvenes que tuviesen una conducta “oficiosa” y no asumieran una posición “levantisca”.
La Comisión de Manumisión de 1830, conformada por los individuos profundamente conservadores, estuvo presidida por José María Vargas, al cual se le atribuye la redacción del informe final sometido a consideración del cuerpo que elevaba la edad para ser manumitidos a 25 años, con preferencia en ancianos y enfermos, lo cual significaba un deterioro de las condiciones de quienes tenían la esperanza de libertad, condicionada, pero libertad al fin.
El debate parlamentario estableció una media en la edad llevándola a 21 años, pero siempre fue una cuestión de honor no liberar a los esclavizados jóvenes y sanos sino a los ancianos y enfermos los cuales serían cancelados a sus propietarios a buenos precios, lo que significaba una situación ventajosa para los poseedores de mano de obra esclavizada.
La posición de Vargas fue muy clara, era inconveniente liberar a los esclavizados porque de esa manera se atentaba contra la “sagrada” propiedad privada, además de ello era partícipe de la idea según la cual los esclavizados no estaban preparados para ser libres y su libertad se convertiría en un problema de orden público, al tener el Estado que establecer medidas para su sometimiento y, finalmente, suponía que la liberación de los mismos sería la ruina de la producción porque después de todo ¿quién trabajaría la tierra?
Fue esta, pues, la posición con respecto al problema de la esclavitud planteada por José María Vargas expresada a manera de síntesis, que lo proyecta como un individuo perteneciente a un sector social que buscaba la permanencia de los privilegios acumulados de los cuales se creían merecedores. Una mentalidad conservadora y, por consiguiente, sostenedora del orden establecido.
REPENSAR A VARGAS (II)

En anterior artículo esbozábamos algunas ideas para sustentar la tesis, según la cual, nuestro Estado debió haberse llamado Guaira antes que Vargas. También decíamos que no era por desmerecer los enormes méritos que tuvo el insigne médico, sino más bien por reivindicar nuestro gentilicio, el cual está más cercano a lo “guaireño” que a lo “varguense”.
Por supuesto que las ideas que allí hilvanamos no estaban dirigidas a agredir los sentimientos de quienes mantienen la inmutabilidad como dogma y se aferran a sus posiciones conservadoras queriendo, incluso, envolver el planteamiento en el lodazal de la politiquería. Sólo intentamos abrir un debate sobre la ingratitud manifiesta con respecto a otro conjunto de personas que tuvieron también los méritos suficientes para ser reivindicadas, más allá del espectro político – militar y desarrollaron una fructífera labor en otros campos como la cultura, las artes, la educación, etc.
La Guaira desde siempre ha sido el eje fundamental sobre la cual gira la mayoría de las actividades que le dan vida a este Estado, por ello es su capital. Desde sus inicios se convirtió en centro de atención por la existencia aquí del principal puerto y por haber sido escenario de los hechos más significativos de esta región. Al principio tuvo su importancia por su condición de puerta de entrada a Caracas, donde residían las autoridades e instituciones coloniales.
Hoy día es común que la gente que viene a este Estado diga que va a La Guaira, aunque se dirija a otra Parroquia. La mayoría de los visitantes de nuestras playas asumen que viajan a La Guaira, aunque vayan a Caraballeda, Catia la Mar o Macuto. Cuando nos encontramos fuera del Estado decimos que somos de La Guaira. Es decir se identifica a esta región más como La Guaira que como Vargas y, más allá de eso, el himno del Estado está hecho más en honor a La Guaira que a Vargas, lo cual se manifiesta en las primeras líneas de su coro que dice: “cuatro siglos de vida en la historia” y, más adelante, “le dio nombre don Diego de Osorio”, lo cual evidencia que se refiere a La Guaira y no a Vargas.
Es importante abrir un gran debate sobre los elementos fundamentales que nos identifican como habitantes de este hermoso litoral. Es una tarea de todos redefinirnos y elevar nuestra memoria histórica, para de una vez por todas cortar ese cordón que aún nos ata a la metrópolis, de la cual fuimos un apéndice hasta hace poco, para de esa manera dejar de vernos como su patio trasero.
REPENSAR A VARGAS (I)

Quizás los planteamientos que estoy a punto de esgrimir causarán malestar, sobre todo en esa pléyade de “varguistas” que se han dedicado a enmudecer una visión que presente a José María Vargas como una cosa distinta a los endiosamientos que ha sufrido en los últimos cien años.
Repensar a Vargas significa colocarlo en su justa dimensión, la dimensión de un personaje que tuvo la dicha de nacer en esta tierra pero que su vida pública y privada estuvo bastante lejana de este puerto. Hoy pareciera que la única vinculación del eminente sabio con su Guaira natal fue, precisamente, el hecho de haber dejado aquí su cordón umbilical, el cual se perdió para luego ubicarse en otras tierras, donde desarrolló no solamente una fructífera vida académica, sino también, una dilatada carrera política que lo llevó, incluso, a ser el primer presidente civil de la Venezuela independiente.
El Estado Vargas, nombre puesto a esta entidad geopolítica por un grupo de personas, ignorando la existencia de otros valeroso “héroes” que nacieron, lucharon, construyeron y murieron aquí, pareciera haber desplazado nuestro verdadero gentilicio, el de ser guaireños. Este Estado nunca debió haberse llamado Vargas, no por desmerecer los enormes méritos que tuvo su epónimo, sino por mantener viva nuestra pertenencia a una región que sentimos en lo más hondo. O sea, se debió haber llamado Estado Guaira.
Ya es hora que comencemos a valorar, igual que valoramos la figura de Vargas, a quienes se atrevieron a construir un proyecto revolucionario que tenía la visión no sólo de transitar senderos de libertad, sino también, de enseñar a vernos como iguales más allá de los colores de la piel, cosa que, en contrario, sostuvo Vargas como uno de los proponentes de una Ley de Manumisión que profundizaba las desigualdades y sometía a los esclavizados a un oprobioso sistema que terminó, casualmente, el mismo año de su muerte, 1854.
Nos hemos acostumbrados a desfilar todos los 10 de marzo, el de este año no fue distinto. Cientos de personas se agolparán para ver pasar a niños, jóvenes y adultos en un desfile en honor a José María Vargas que nació en La Guaira, vivió entre Caracas y Valencia y murió en Nueva York. Yo soy uno de los que sueña con un desfile en honor al proyecto revolucionario gestado por José María España quien nació aquí, lucho aquí, soñó aquí y murió por haberse atrevido a intentar liberarnos desde aquí.
INCURSIONES PIRATAS EN LA GUAIRA

La necesidad de fortalecer a La Guaira por parte de las autoridades coloniales coincide con la época en la cual ésta sufre los mayores embates de corsarios, bucaneros y filibusteros que infestaban las costas del Caribe.
Para finales del siglo XVIII La Guaira contaba con una estructura de fortificaciones que comprendía 6 fortalezas, 4 baluartes y 10 baterías, lo que la presenta como una ciudad segura desde el punto de vista militar, pero la realidad no era tan así.
Dotar a La Guaira de un sistema de defensa fue la principal preocupación de las autoridades coloniales desde el mismo momento en que el Gobernador Don Diego de Osorio la nombrara como puerto de Caracas el 29 de junio de 1589. Para finales del siglo XVI (1590) ya se estaba construyendo un fuerte, lo que nos da una muestra de la preocupación de las autoridades por proteger lo que era considerado la puerta de entrada a la Ciudad de Caracas, asentamiento político y administrativo de las autoridades coloniales.
De allí en adelante se comienzan a construir las defensas no solo contra los ataques piráticos, sino también, para el combate del comercio ilícito, actividad muy común y extendida por todo el territorio tanto de la provincia de Venezuela como del resto de las provincias. Esta situación condujo a que La Guaira fuera resguardada por una muralla que vendría a contener tanto el ataque de los piratas como de los comerciantes ilegales. Esta muralla tenía dos puertas las cuales se abrían a las 6:00 am y se cerraba a las 6:00 pm y daba acceso hacia Maiquetía para tomar el camino hacia Caracas, llamado Camino de los españoles, y por el otro extremo, hacia Macuto. Esta muralla se mandó a construir por medio de una providencia real en el año de 1690.
Los frecuentes ataques piráticos durante el siglo XVII, algunos de los cuales no solo lograron penetrar en La Guaira y saquearla sino que, incluso, lograron llegar causar graves daños en Caracas, son determinantes para la construcción de nuevas fortificaciones.
En 1595 el corsario ingles Aymas Preston, aprovechando las inexistentes defensas con la cual contaba la provincia, logra llegar hasta Caracas subiendo por el camino de Macuto. En el año de 1639, luego de haber sido rechazada en Margarita, arriban a las costas de La Guaira la flota del también pirata inglés William Jackson. Entre 1660 y 1661 nuevamente piratas ingleses atacan de manera sucesiva las costas del Litoral Central. En 1680, el Francés Francisco Esteban Grammont ataca a La Guaira Saqueando las haciendas y en 1743 se produce la famosa incursión del inglés Carlos Knowlles quien asedió al puerto con una escuadra bastante numerosa.
Esto sólo por nombrar los ataques más resaltantes a los que fue sometida La Guaira durante el período colonial sin mencionar un conjunto de incursiones de menos escala, muchas de ellas fallidas.
CATIA DE LA MAR

El 26 de enero de 1966 nace Catia La Mar como parroquia por Gaceta Oficial del Distrito Federal Nº 11.806 de esa misma fecha. Muchos años antes, ya era conocida por una serie de acontecimiento que allí sucedieron, el más recordado de los cuales fue la emboscada sufrida por Diego García Paredes en Mamo, el 4 de septiembre de 1555.
En esa lejana fecha el conquistador español y varios de sus hombres fueron muertos por mano de los feroces indígenas de la nación Tarmas al mando de Guarauguta quien, fingiendo sumisión, permitió que los conquistadores se acercaran y en un descuido aprovechó para descargar sobre ellos con macanas y flechas, muy pocos lograron la costa para escapar.
Eran los tiempos iniciales del proceso de conquista y colonización y la corona estaba haciendo grandes esfuerzos por aplacar la resistencia indígena que se había desatado producto de la crueldad de los españoles. Lograda la pacificación, la región que ellos denominaban “costa de la mar abajo” que incluye las actuales parroquias de Catia La Mar y Carayaca, se convirtieron en una región propicia para la actividad agrícola, fundándose importantes haciendas de cacao, caña de azúcar y, más delante de café.
También las costas del oeste del actual Estado y Municipio Vargas fueron propicias para la actividad del comercio ilícito. La condición de puerto natural de algunas zonas como Mamo, Arrecifes y Uricaro (Oricao), fueron motivo de preocupación tanto por la existencia barcos ingleses y holandeses que se acercaba a ofrecer mejores precios, sobre todo en tiempos de la Compañía Guipuzcoana, como por la presencia de piratas que infestaban los mares saqueando y quemando poblados.
Es así como se construyen fortificaciones militares no sólo para resguardar las costas del Litoral central, sino también, para impedir un ataque pirático a Caracas subiendo por Catia la Mar. El fuerte de Carupao se encontraba cercano a Mamo y Los Aguacates en el sitio denominado “el penacho del Aguacate”.
Catia La Mar pasó a llamarse a finales del siglo XIX Parroquia Olivares y, con la existencia del Departamento Vargas en 1966 adquiere el nombre con el cual hoy se le conoce. Una de las poblaciones más populosas es La Soublette, la cual inicialmente fue una comunidad que se había asentado a orillas del mar, en el sitio donde actualmente existe el balneario y, para su construcción, las familias que allí habitaban fueron desalojadas. Es así como esos grupos familiares se desplazaron y se asentaron en las partes bajas de la actual Urbanización Soublette, más adelante se construiría la Urbanización Rómulo Gallegos.
Catia La Mar se convirtió posterior a la tragedia de 1999 en la parroquia con mayor población debido a la migración de personas desde el este del Estado, hoy representa un reto para las autoridades gubernamentales su atención debido a su complejidad.
PETRA MONTOYA

Quizás el nombre que titula este trabajo no sea conocido para mucha gente, pero al mencionar el negocio que ella regentaba la cosa cambia: La Pedrera, famoso lugar inmortalizado en aquella película llamada “El Pez Que Fuma”.
Petra Montoya fue una mujer luchadora, recordada más por su sensibilidad social que por su habilidad para administrar aquel burdel. Muy querida en su comunidad Petrica, como le llamaban, se dedicó a la atención de los problemas que aquejaban al barrio que tomó como topónimo el nombre del aquella “casa de citas”.
Hacia 1949 funda Petrica un comedero, el cual ofrecía servicios a los obreros de la cantera que existía aledaña al río Curucutí y por la cual llevó su nombre el muy visitado negocio. En ese lugar también se expendía cervezas y no era más que un rancho de madera, más tarde, en un terreno alquilado a Felipe Galiardi, se construiría el bar y restaurante “Dancing La Pedrera”.
La pedrera se convirtió en un famoso sitio de encuentro para hombres dispuestos a pagar por un poco de placer, pero también de personas que necesitaban cualquier tipo de ayuda. Petrica se convirtió en la más popular madrina de bodas y niños, por intermedio de la cual las parejas contrayentes ya contaban, por lo menos, con principales implementos del hogar y los niños con una madrina que siempre velaría por ellos.
Pero la labor más importante de petrica la desarrolló no dentro del famoso burdel, sino afuera, en la comunidad que ella misma ayudó a fundar y a la cual dotó de luz, agua y vialidad, erogados con los ingresos de su negocio. Petrica instaló en el sector Piedras Blancas de Montesano una bomba de agua, para surtir a todo el barrio del vital líquido y fueron innumerables las ayudas para gastos médicos y funerarios que beneficiaron a los habitantes de su comunidad, además de ayudas para ancianatos y albergues de niños lo que, hasta donde este cronista sabe, no ha hecho ningún otro propietario de negocio.
Muchas serían las historias que correrían en el imaginario popular acerca de lo que ocurría y lo que no ocurría en La Pedrera que, para 1999, se vio severamente afectada por la inundación que azoto al Litoral Central, dejando a petrica a merced de la solidaridad de familiares y amigos. Desde ese momento, con muchos años a cuesta, comenzó a peregrinar en la búsqueda de la dádiva gubernamental para conseguir una solución habitacional, cosa que no pudo obtener a pesar de haber dado tanto a una comunidad donde ella misma asumió la labor que debieron cumplir unos gobiernos que ni siquiera se asomaron al barrio La Pedrera. Petra Montoya murió a los 95 años sin poder obtener un hogar donde pasar sus últimos días, hoy queda un populoso sector desamparado de la única ayuda desinteresada con que siempre contó.
JOAQUINA SÁNCHEZ



El pasado 18 de Agosto se cumplió un año más del nacimiento de esta poca recordada heroína guaireña. Nacida en 1765, tuvo una decisiva participación en el proceso revolucionario diseñado por su esposo, José María España, conjuntamente con otros patriotas que buscaban transformar la estructura política, económica y social de la Venezuela colonial; sus manos cosieron la bandera que hoy hondeamos como pabellón regional; primera bandera símbolo de libertad, incluso, antes de la que fue traída por Francisco de Miranda.
Develado el proyecto en 1797 España va al extranjero y se dedica a planificar la entrada a Venezuela para terminar lo que una indiscreción hubo de entorpecer. Durante dos años Joaquina Sánchez pudo mantener a su esposo enterado de las cosas que por aquí ocurrían, evadiendo la férrea vigilancia que se desató y, al regreso de España , se convirtió en el enlace con otros comprometidos, inclusive, era la encargada de sumar al proyecto a los esclavizados de la hacienda España (hoy Longa España en Naiguatá) y estableció algunos contactos con los esclavizados de la hacienda “Uria” también hoy en jurisdicción de la Parroquia Naiguatá y que era propiedad de un señor apellido Larruleta, también comprometido en el proceso.
Delatada por el mandador de la hacienda “España”, Joaquina Sánchez fue encarcelada al negarse a delatar a su marido y trasladada a la Casa de la Misericordia, en Caracas (hoy Parque Carabobo), condenada a ocho años de prisión y, en estado de gravidez, se entera de la ejecución de España, para luego ser confinada a Cumana con la prohibición de regresar a Caracas y La Guaira.
En 1800 envía una comunicación a los representantes del gobierno español para que permitan que uno de sus hijos se trasladase a Caracas a continuar sus estudios lo cual le fue negado en una sentencia firmada por Juan Germán Roscio quien, “interpretando a Su Majestad el Rey”, decidió que el confinamiento de Joaquina era extensible a sus hijos. Más adelante Roscio aparecerá como uno de los más inspirados proponentes de las mismas ideas por las cuales fue ejecutado José María España.
En 1810 regresa a Caracas y presencia el nacimiento de las República. En la plaza mayor de Caracas (hoy plaza Bolívar) recibieron sus hijos la bandera que ella un día había cosido y la izaron en el mismo sitio donde fue ahorcado su esposo.
CARUAO

Caruao es, para bien o para mal, la región donde el conquistador español puso pie por primera vez a mediados del siglo XVI cuando Francisco Fajardo, utilizando la relación consanguínea que mantenía con algunos importantes Caciques, desembarcó por Chuspa en abril de 1555, comenzando así el proceso de invasión e imposición colonial de lo que hoy conocemos como el Estado y Municipio Vargas.
Esta tierra es cuna de importantes guerreros como Guaimacuare y Paisana o también llamado Caruao, quienes tenían una gran autoridad en esta parte del Litoral Central. Fue pues por aquí cerca, por Chuspa, por donde entro por primera vez el invasor español, comenzando de esa manera un proceso donde los indefensos pobladores aborígenes se enfrentaron por vez primeras a la arremetida de un imperio que venía a usurpar sus tierras y a esclavizar a hombres, mujeres y niños.
Era el imperio español, con sus ansias de expansión y su avidez por el oro. Era el monstruo imperial que venía a someter a las poblaciones aborígenes que habitaba aquí desde tiempos inmemoriales. Pero también fue el imperio que encontró acá a una casta de guerreros dispuestos a luchar por una tierra que les pertenecía por herencia de vida.
Esta hermosa parroquia y los pueblos que la conforman, fue cuna de grandes haciendas y una numerosa mano de obra esclavizada, lo que se agrega a su legado cultural, impregnado de sabor africano y de la soberbia indígena que no se dejo subyugar ni en los peores momentos de la violenta imposición.
Con una extensión territorial de aproximadamente 52 kilómetros de largo y atravesada por la cordillera de la costa, Caruao se convirtió por sus condiciones atmosféricas en una región propicia para el cultivo del cacao, con respecto a lo cual se desarrolló aquí una intensa actividad durante la época de la colonia y hasta bien entrado el siglo XIX.
Con la llegada de la Compañía Guipuzcoana aparecen los apellidos vascos que hoy aún existen entre la población de la costa. Bolívar, Izaguirre, Echenique, Echarri, Gómez, Guevara, Iriarte, Ponte, Rada; son los apellidos de quienes fundaron haciendas por estas tierras y que hoy todavía se conservan entre los descendientes de los esclavizados que aquí dejaron su sudor y su vida.
La actual población esta conformada por descendientes de los esclavizados que trabajaban la tierra y que fueron traídos desde su África natal para llevar sobre sus hombros la producción cacaotera, que generó grandes fortunas y encumbró a importantes familias que conformaron el mantuanaje caraqueño.
Es así como esta región ha tenido en la actividad agrícola su principal potencial económico, facilitado por la fertilidad de su suelo y la generosidad de su clima, que hace propicio el cultivo. También la pesca se suma a la potencialidad económica de esta costa, que ha sido desarrollada desde antaño por quienes han hecho de esta actividad un modo de vida.
Con el tiempo la población de esta parroquia fue buscando mejores horizontes, en tiempos donde la actividad agrícola había dado paso a la arrolladora fuerza de los hidrocarburos derivados del oro negro. Es así como hacia la década de los años sesenta del siglo pasado comienza una importante migración hacia La Guaira, que se fue ubicando en las partes altas de esta ciudad. Hoy en día, la población de las distintas barriadas de la capital del Estado está integrada, en su mayoría, por personas oriundas de los pueblos de la costa o sus descendientes.
Caruao, ubicada al este del Estado y Municipio Vargas, es una de las parroquias con mayor riqueza cultural, la cual se entremezcla con su vecino Barlovento para conformar un cuadro donde el indígena, el blanco y el afrodescendiente se unen en una simbiosis rica de valores heredados y fortalecidos al paso de los siglos.
Cuatro, tamborita y maracas se unen en el mes de las flores para ofrendar a la cruz de mayo. Devoción de quien paga promesa por favores recibidos y que une su corazón a las décimas y versos a la cruz, acompañado del traguito de ron y un poco de vela para afinar la garganta.
San Juan sale de parranda cada 24 de junio y junto a él, la alegría de todo un pueblo que baila y canta al ritmo de tambor y laure. Pipas, cumacos, palos y guaruras retumban y enardecen el tongoneo de caderas de quienes bailan entrando y saliendo de la rueda, como evocando las antiguas festividades africanas que vinieron aquí en forma de esclavitud y se incrustaron en los huesos del pueblo para no salir jamás.
Pero no hay Juan sin Benito, por eso se encuentran en Osma todos los años en medio de la alegría del pueblo que sale a la calle a festejar una tradición que ya es parte de nuestro calendario cultural.
Pueblo parrandero este. Cada uno celebra a su santo patrón, en medio de sentimientos donde lo sagrado y lo profano juegan idénticos papeles en el espectro mágico-religioso en el cual se mueven las devociones de los hombres y mujeres que aquí habitan. Misa y fiesta son los comunes denominadores en tiempos en que la liturgia termina para dar paso a las grandes orquestas para divertir a propios y extraños.
Pero Caruao a parte de esa inmensa riqueza cultural también tiene un enorme potencial turístico. Hermosas playas, innumerables ríos y verdes montañas se manifiestan como focos de atracción para tan importante actividad recreacional, dirigida a la explotación de esta reserva natural.
Quizá aún se crea que Caruao es sólo playas, pero si hay que fijarse bien, sería interesante mirar al sur y observar el inmenso potencial para el desarrollo del turismo de montaña. Altas cumbres que terminan en el Pico de Chuspa con sus 1.090 metros, cascadas, el Pozo del Cura, aguas termales, formaciones rocosas y los ríos de Osma, Todasana, La Sabana, Caruao y Chuspa son elementos que se pueden explotar de manera racional con fines turísticos y que sería un verdadero empuje económico para la región.