jueves, 3 de noviembre de 2011

LLEGO MANUELA

LLEGO MANUELA

El pasado sábado 3 de julio arribó a La Guaira, los restos simbólicos de Manuela Sáenz. Un puñado de tierra del lugar donde se supone pudo haber estado la casa donde paso sus últimos años y donde murió, fue trasladado desde el Perú hasta Caracas, pasando por el Táchira y La Guaira para luego reposar por el resto de la eternidad al lado de quien fue su compañero de amores y luchas.

Hablar de Manuela es referir la mujer valiente, esa que se enfrentó a los prejuicios sociales y decidió terminar su vida con quien la propia vida le puso en el camino para ser feliz. Escándalo, vergüenza, chismes, reproches; todo lo soportó, pero no sólo por amor a un hombre sino, y de manera principal, por amor a una idea.

Referirse a Manuela solo como la amante del Libertador, es una de los objetivos de esa historia castradora y burguesa que construyeron quienes generaron el culto a Bolívar y hoy se quejan de la predilección por libertador en los tiempos presentes. Pensar que el papel de ella sólo se limitó a la cama y las caricias, es una de las más grandes estupideces, producto de la ignorancia supina de algunos opinadotes de oficio.

Manuela Sáenz fue quien coordinó junto a Bolívar muchos de los hechos trascendentales que definieron la lucha por la independencia de América y que la historiografía burguesa ha silenciado e invisibilizado. Fue ella quien valientemente enfrentó a la canalla que intentó asesinar al Libertador en 1828, lo que le valió el título de Libertadora del Libertador que todavía hoy detenta.

Los actos realizados para recibir los restos simbólicos de Manuela se llevaron a cabo en medio de una solemnidad que, desde mi punto de vista es hasta chocante. Si se hubiese seguido los mismos caminos y senderos que siguieron los restos de Bolívar cuando pasaron por La Guaira, quizás sería más interesante en el marco del encuentro de los dos personajes. Una misa en la Ermita del Carmen en las alturas de La Guaira y luego el traslado hasta Caracas por el antiguo camino mal llamado “de los españoles”; esa hubiese sido la ruta ideal de Manuelita hacia Bolívar.

En fin, La Guaira recibió con el mayor de los orgullos a nuestra Manuelita, y digo nuestra porque ella es de todos los americanos, revolucionarios, que vemos en ella un ejemplo a seguir, una luz para alumbrar el camino hacia la libertad, o sea, la conclusión de un sueño que ni ella ni Bolívar pudieron ver hecho realidad.

JOSE MARIA ESPAÑA Y LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

JOSE MARIA ESPAÑA Y LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

Verdaderamente que los acontecimientos ocurridos hace 211 años marcaron para siempre la trayectoria de nuestro acontecer histórico. Un 8 de Mayo de 1799 fue ejecutado en la plaza mayor de Caracas (hoy plaza Bolívar) José María España por haber ideado el primer proyecto revolucionario de toda la América española, luego de un proceso judicial en el cual participaron, desde la parte acusadora, algunos prominentes hombres que más adelante aparecerían como flamantes héroes de la libertad venezolana.

Pero resulta interesante preguntarse que pudo haber sucedido para que un grupo de personas, que pretendían la libertad de estas tierras sometidas al poder imperial, no hubiesen contado con el apoyo de quienes pocos años más tarde lideraran un proceso sustentado sobre las mismas bases político – ideológicas que propugnaban los revolucionarios de La Guaira. La respuesta parece ser simple: el proyecto de Gual y España establecía la supresión de los elementos sobre los cuales el mantuanaje criollo sustentaba su superioridad de clase: la esclavitud y, por ende, la desigualdad social.

Este proyecto fue una evidencia de la forma en la cual, en América, se asimiló un pensamiento moderno que buscaba acabar con las desigualdades sociales, otorgándole al individuo elementos que le reivindicaran como ciudadano sujeto de derecho, con garantías que le permitiesen vivir en una sociedad donde todos tengan las mismas oportunidades.

Por supuesto que esa manera de pensar chocaba contra las duras paredes de una sociedad como la de Venezuela de finales del siglo XVIII, donde el poder económico representado por los blancos peninsulares y el mantuanaje criollo, había establecido un impermeable sistema social en el cual la desigualdad entre los hombres era la base.

Efectivamente, entre los elementos que se establecieron en las “Ordenanzas”, especie de cuerpo doctrinario para la acción revolucionaria, estuvo la igualdad entre todos los hombres y mujeres y la abolición de la esclavitud. Ningún movimiento emancipador posterior estableció estos principios, incluyendo a Venezuela, en cuyo proceso independentista nunca se planteó la construcción de una sociedad igualitaria, más por el contrario, se profundizó en la creación de mecanismos de dominación, por intermedio de los cuales los propietarios se garantizaban la seguridad jurídica necesaria para continuar en posesión de los esclavizados.

Ante semejantes planteamientos sólo se podía esperar una reacción implacable de parte de quienes ejercían el poder. No podía ser de otra manera. Los intereses de la corona y el mantuanaje estaban en peligro. Estos últimos no podían apoyar un movimiento que suponía la abolición de los elementos e ideas sobre los cuales se sustentaba su poder y se pusieron incondicionalmente a la orden de Su Majestad el Rey, en contra de quienes, según sus reales juicios, querían acabar con la tranquilidad y vulnerar los santos preceptos de la Iglesia.

Irónicamente, la bandera que simbolizó los sueños tejidos en La Guaira y que hoy ondeamos como símbolo de este estado, fue izada en el mismo lugar donde, algunos años antes, habían decapitado el proyecto de patria nacido en tierras guaireñas.

GARDEL PASO POR LA GUAIRA

GARDEL PASO POR LA GUAIRA

Corría el mes de abril del año de 1935, ya los corrillos pueblerinos hablaban de la grave enfermedad que padecía el benemérito Juan Vicente Gómez, pero nadie se atrevía a comentarlo en voz alta.

Eran tiempos en que una figura argentina se batía en el mundo de las artes y el espectáculo. Su voz, cálida y potente retumbaba en los salones en que mujeres y hombres se entregaban al vaivén de los acordes del bandoneón entre versos de tangos y milongas. Era Carlos Gardel.

Venezuela era un país rural recién iniciado en la era petrolera, el auge económico comenzaba asentirse. Nuestra Guaira contaba con una infraestructura turística envidiable en muchos países vecinos: dos baños, posteriormente llamados balnearios, para el disfrute playero en Maiquetía y Macuto; un tren de Caracas a La Guaira y otro eléctrico de Maiquetía a Macuto; un hermoso paseo con agradable brisa y buenas sombras proporcionadas por los uveros de playa y un enorme, lujoso y espectacular hotel: el Miramar.

Esa es La Guaira que recibió al “Morocho del Abasto”, cariñosamente llamado así por la fanaticada. Venía procedente de Puerto Rico y arribó en medio de una multitud de seguidores que vitoreaban su nombre y batían pañuelos. De allí se traslada al hotel Miramar y en el camino se detiene y comparte un par de canciones con sus seguidores y alterna con Paché Vargas, un cantante de tangos oriundo de Puerto Cumarebo, Estado Falcón.

En el Miramar sostiene un almuerzo con lo más granado de la sociedad del Litoral y se retira a una de las habitaciones a descansar. El lugar donde se ubica esa habitación quedó nombrada como “el balcón de Gardel” aún hasta estos días.

A las tres de la tarde partió rumbo a Caracas, pero la gran multitud que lo aclamaba le impidió el paso, lo cual ameritó ser desviado hacia la fábrica de vidrio, ubicada en terrenos donde hoy existe el Centro Comercial Litoral en Maiquetía, para de allí seguir la ruta tortuosa del tren.

Fue un viaje agotador, se dice que el tren tuvo que detenerse en varias oportunidades para que Gardel bajara a descansar y a refugiarse del calor agobiante, e incluso, para calmar los vértigos producidos por los profundos farallones propios del camino férreo.

Fue La Guaira, pues, uno de sus pasajes. Un año más tarde moría Gardel en medio de un accidente aéreo en la vecina Colombia.

martes, 6 de abril de 2010

EMILIO BOGGIO


Hijo de inmigrantes italianos nace en La Guaira el 12 de Mayo 1857, en el marco de un tiempo histórico de compleja significación por atravesar Venezuela por un periodo de turbulencias políticas, signadas por la confrontación entre liberales y conservadores.
Natural de Génova su padre, Juan S. Boggie, se había dedicado al comercio en la ciudad de Caracas, donde se había instalado luego de un breve paso por Angostura (hoy Ciudad Bolívar) y habiéndose convertido en un próspero hombre de negocios, parte a Francia en 1864. Es así como a la corta edad de siete años Emilio Boggio es llevado por primera vez al país que lo verá morir 56 años más tarde.
La familia del joven Emilio, en especial su madre María Josefa Zelie Dupuy, le habían destinado una vida dedicada al comercio por lo cual es enviado nuevamente a Venezuela en 1873. En 1877 contrae fiebre tifoidea, enfermedad muy común en la Caracas de esa época y sus padres envían por él regresando nuevamente a Francia donde, contra su voluntad se dedica al estudio del comercio.
Pero es en 1878 cuando descubre su verdadera pasión al asistir a la Exposición Mundial en la cual se ofrecía una muestra de pintura y decide estudiar, buscando las más famosas escuelas, en ninguna de las cuales es recibido por no saber pintar, lo que le hace buscar una academia particular.
Julián se llamaría la academia donde este afamado pintor dio sus primeros pasos dentro de ese denso mundo de la expresión plástica. Allí habría de recibir la notable influencia de sus primeros maestros Jean-Paul Laurent y William Bouguereau, donde la armonía de la composición y la excelente construcción de los planos de fondo van a caracterizar esa primera etapa de su vida artística.
Ese mismo año conoce en París a Emilio J. Maury también guaireño dedicado al aprendizaje del arte de pintar. Este compatriota sería pieza fundamental para que los padres de Boggie se convencieran de permitirle dejarle estudiar pintura. Ambos tendrían a Julián como su primera academia.
En 1883 se encuentra en París con el venezolano Cristóbal Rojas y más adelante hace amistad con Arturo Michelena, afamados pintores venezolanos. De allí en adelante la carrera de Boggie comienza a llenarse de gloria y halagos.
Hacia 1887 conoce a quien sería su esposa Agustina Dehay con quien mantendría una tormentosa relación que terminó en un complicado divorcio.
Boggie alcanza la cima de su carrera en el período 1910 – 1918, durante el cual realiza una gran cantidad de paisajes y retratos, muchos de los cuales logra vender en 1919 cuando realiza una exposición en la Sala de la Escuela de Música y Declamación de la Academia de Bellas Artes en Venezuela.
Más tarde regresaría a Francia donde muere a la edad de 63 años en su casa de Auvers, era el mes de junio de 1920.
JOSÉ MARÍA A DOS VOCES

Todos los 13 de julio de cada año, este Estado y Municipio recuerda dos acontecimientos que, aunque trágicos, son de suma importancia para nuestra memoria histórica. Uno ellos ocurrió aquí mismo, en este puerto el año de 1797, cuando una indiscreción dio al traste con uno de los proyectos revolucionarios más importantes de la historia política venezolana.
Era el caso que, un grupo de personas pertenecientes a sectores económicos importantes y algunos criollos que ejercían funciones menores en cuanto al gobierno español en estas tierras, habían construido un movimiento de clara tendencia independentista y, además, habían logrado nuclear a un importante número de esclavizados.
Hace 209 años rodaron las cabezas de quienes querían para este pueblo un mejor futuro, y rodaron empujadas por las manos de los que, trece años después, en 1810, iniciaron el proceso que lograría coronar la independencia absoluta de Venezuela. Ilustres “héroes de la independencia” aparecen señalados por el dedo de la historia como inquisidores de los revolucionarios guaireños.
Hoy a 209 años de haberse abortado el primer intento de independencia de toda la América hispánica, las cenizas de su principal constructor aun no han sido veneradas, pero como el mismo dijo, algún día será.
El otro acontecimiento que hoy recordamos, también trágico, ocurrió, muy lejos de aquí. En la ciudad norteamericana de Nueva York el 13 de Julio, día lluvioso de 1854, moría el sabio Don José María Vargas, nuestro epónimo.
Vargas formó parte de una élite de intelectuales que hizo grandes aportes, en su caso, según la historiografía venezolana, en el campo de la ciencia médica. Pero la historia que le han construido a este personaje ha desdeñado su participación en sectores distintos de aquella convulsionada Venezuela que le tocó vivir.
También han desdeñado quienes se han dedicado a historiar a Vargas su condición de individuo que, como parte de una sociedad altamente conservadora, siempre tendió al sostenimiento de los elementos que soportaban las bases del dominio criollo.
Uno de esos elementos fue la esclavitud, sistema abolido de derecho unos meses antes de su muerte, en marzo 1854. La participación del médico guaireño como diputado al Congreso Constituyente de 1830, en el cual se profundizó el sistema esclavista en Venezuela al prolongar el tiempo de posesión de los amos sobre los esclavizados, fue de abierta inclinación hacia su mantenimiento.
Ambos pertenecientes a distintos tiempos históricos. Uno luchando contra un sistema al cual le eran evidentes sus fisuras, pero dotado de una estructura sociopolítica que tenía casi trescientos años de maduración; otro, conviviendo dentro de un sistema que aún no había superado las limitaciones que se le habían impuesto el haber sido hijo legítimo del orden español y que estaba conducido por individuos que no solamente mantuvieron el sentido de desigualdad entre los seres humanos sino que, en algunos casos lo profundizaron.
España y Vargas son ejemplos de una verdad que muchos hoy quieren despreciar: y es que en la historia se encuentra la clave para entender la manera cómo se ha venido desarrollando la pugna entre dos visiones antagónicas de la sociedad y quienes han sido sus actores. Nuestro presente es la resultante de nuestro pasado y sólo si entendemos sus códigos podremos construir un futuro de justicia social.
LA GUAIRA Y EL MUTUALISMO

El próximo 28 de Octubre se celebrará nuevamente, como todos los años, el día del mutualismo, una de las actividades más representativas de la sociedad guaireña desde que se afianzó desde mediados del siglo XIX hasta las medianerías del siglo XX.
En La Guaira, el mutualismo comienza con la fundación de la Sociedad Benéfica Mutuo Auxilio, primera en América, la cual fue instalada el día de San Simón de 1848, o sea, un 28 de Octubre. Nace esta sociedad en el marco de un tiempo histórico signado por la agudización de las contradicciones entre los grupos de mayor beligerancia: liberales y conservadores. José Tadeo Monagas estaría ocupando la primera magistratura.
Esta sociedad desarrolla una intensa actividad al establecer un hospital de mujeres y una escuela de primeras letras y por sus filas pasaron importantes figuras de la sociedad porteña. Su primer Presidente fue Don Eusebio Bello, y su primera directiva estaba conformada de la siguiente manera: Vicepresidente: Magdaleno Flores; Secretario de Actas: Juan José Courbón; de Correspondencia; Juan Bautista Merlo; Tesorero; Pedro Eduardo Norante: y Visitador: Domingo Rus. Suplentes: Calixto Sabino y Lorenzo Marín.
En 1855 se inició la construcción del edificio que serviría como sede de esta asociación ubicado en un terreno cerca de la orilla del mar, donado por la “Sociedad dirección de fábrica de la casa-logia”, que auspiciaba la construcción del primer templo masónico en nuestro litoral. No es casual este donativo siendo que un buen número de sus miembros, a través de la historia, han sido miembros de esta fraternidad.
Hoy en día la Sociedad Mutuo Auxilio tiene su sede en la popular calle el León de La Guaira, lugar que se vio severamente afectado por la tragedia de 1999, la cual se llevó buena parte de la historia de esta importante sociedad mutualista al desaparecer la mayoría de sus libros. Con ella coexisten otras sociedades benéficas ubicadas en Maiquetía y que son un ejemplo de la manera en que se desarrolló la actividad mutualista en este pequeño pero acogedor Estado.
EL PROYECTO REVOLUCIONARIO DE GUAL Y ESPAÑA

La mayoría de los analistas coinciden en que el proceso abortado en La Guayra en 1797 fue el único de los mal denominados movimientos pre independentistas en toda la América que tenía características de verdadera revolución por su contenido ideológico, el cual buscaba la transformación de las estructuras del estado colonial, con un contenido social impensable en una época donde las clases estaban claramente determinadas y el ser humano no era definido en términos de igualdad.
Y no era casual que fuese precisamente en La Guayra donde estallara un movimiento independentista en el cual se utilizaran los parámetros ideológicos de procesos tan lejanos geográficamente como la Revolución francesa. Esta era la puerta de entrada de todo lo que se consumía en la denominada provincia de Venezuela y más específicamente en Caracas, pujante ciudad, cuna de importantes familias.
La Guayra, según se puede conocer por relaciones de los funcionarios reales que vinieron por estas tierras, era azotada por una de las prácticas más usuales de la época: el contrabando. Actividad realizada por todo aquel que pudiese vender sus mercancías a los corsarios ingleses u holandeses los cuales pagaban mejores precios que el monopolio español.
Es así como los primeros libros prohibidos, que trataban sobre propiedad, libertad, igualdad y fraternidad, principios sobre los que se basó el proyecto revolucionario de Gual Y España, llegaron en los propios barcos de la corona. La Real Compañía Guipuzcoana llamada a combatir el contrabando, se dedicó a cultivar ese próspero negocio y las bóvedas de sus embarcaciones venían llenas de cajas de libros que luego eran vendidos a quienes, de alguna forma, ya tenían conocimiento de lo que en Europa estaba sucediendo.
Por supuesto, siendo La Guayra el lugar en el cual se encontraba el principal puerto, recibía primero la preciada mercancía, que por cierto era muy común en las bibliotecas de las más encumbradas familias. Si bien eran libros prohibidos por la corona por considerarlos sediciosos y dañinos para la buena conducta de sus súbditos, para nadie era un secreto que hasta los propios funcionarios de la corona y representantes de la Iglesia, se vanagloriaban de tener como libro de cabecera las obras de Rousseau, de Montesquieu o de Alembert.
Era usual que los guayreños fuesen criticados por sus conductas afrancesadas. Los caraqueños se asombraban de la forma en la cual en las calles de la Guayra, era común escuchar a cualquier vecino hablar de la necesaria igualdad entre los hombres.
Es así como José María España, imbuido de ese espíritu libertario que lo acompañó hasta el pié del patíbulo, logró sumar al proyecto a un conjunto de hombres, pertenecientes unos a las más importantes familias de la sociedad guayreña, sobre todo prósperos comerciantes y a otros no tan aristócratas con oficios de barberos, sastres, albañiles, jornaleros, zapateros y carpinteros; También se suman algunos militares como cabos y sargentos del batallón de veteranos; esclavos, libertos, sirvientes y hasta sacerdotes como es el caso del Pro. Don Tomás Sandoval el cual fue sentenciado al extrañamiento perpetuo de estas provincias luego de haber sido delatado, o como dice un gran amigo, traicionado el proyecto revolucionario.
También logra sumar José María España a Juan Bautista Picornell, que habiendo llegado a la Guayra reo de la justicia española, es sumado al proyecto luego de haber escapado de la prisión, con ayuda de José María España. Prisión a la que había sido conducido acusado de participar en la metrópolis de un movimiento insurreccional que buscaba transformar la monarquía en república.
Si bien este proyecto independentista es apenas trece años menor que el que estalló en Caracas aquel famoso 19 de abril, el mantuanaje caraqueño, que llevaría a cabo el proceso condujo a la declaración de independencia, rechazó las acciones de los guayreños. Estos no podían apoyar un movimiento que suponía la abolición de los elementos e ideas sobre los cuales se sustentaba su poder.
No olvidemos que el proyecto develado en 1897 establecía como uno de sus principales elementos la abolición de la esclavitud y la desaparición de las desigualdades sociales, lo que evidentemente no estaba en las mentes de los oligarcas caraqueños. Esto es fácilmente demostrable con sólo leer la posición de los más connotado líderes de la independencia, donde no solamente es eludida la libertad de los esclavos, sino que más bien, a medida en que se iba consolidando el proceso, se fue profundizando aún más la esclavitud, con leyes de manumisión que, en vez de procurar la pronta libertad de los esclavos, alargaron el tiempo de posesión a los amos.
Evidentemente que el proyecto de La Guayra chocaba contra los intereses del sector económico y su impermeable estructura social. El artículo 32 de las Constituciones promulgadas en el marco de los preparativos de este primer movimiento independentista es muy claro. “Se declara la igualdad entre todos los habitantes de las provincias y distritos; y se encarga que entre blancos, indios, pardos y morenos reine la mayor armonía, mirándose todos como hermanos en Jesucristo iguales por Dios”...
Y es que era verdaderamente un proyecto revolucionario. Intentar transformar una mentalidad que establecía severas diferencias sociales, donde la supremacía racial se imponía ante los mismos cánones de la fe católica, donde la misma Iglesia era representante del pensamiento más conservador con respecto a las clases sociales, le imponía al proyecto características de utopía revolucionaria.
La reacción del poder, por supuesto, fue implacable. No podía ser de otra manera. Los intereses de la corona y el mantuanaje estaban en peligro. Peligro que no es fruto de la imaginación de quienes hemos estudiado este proceso. Es que el mismo Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela Don Manuel Guevara y Vasconcellos, en una comunicación enviada al rey, le expresaba su tranquilidad ante el aniquilamiento de una sublevación que, por los enlaces que tenia con las demás provincias de América, puso en peligro la soberanía del monarca.
La figura de José María España, inspirador de la utopía más hermosa que se pudo haberse pensado en estas tierras, es pues, baluarte para quienes pensamos en la verdadera libertad y en la verdadera igualdad. No en la libertad de los poderosos, sino la libertad de todos y todas. No en la igualdad entre ricos, sino en la igualdad que nos hace a todos hijos e hijas de dios, sin importar el color ni la condición social. Esa es quizá una lección que da José María España, Manuel Gual y todos los que junto a ellos tuvieron la osadía de atreverse, a quienes hoy pretenden convertir la patria en un escenario de desigualdades sociales, resucitando odios raciales y el desprecio de quienes legítimamente han tenido posibilidades de ascender socialmente contra los que el mismo sistema ha excluido en lo que ha debido ser una justa distribución de las riquezas.
Finalmente, pareciera que el esfuerzo realizado por José María España no ha sido suficiente mente recompensado por la posteridad. Es evidente que la figura de este guayreño no ha logrado deslumbrar el ánimo de jefes y gobernantes. Ya para el siglo XIX el historiador Andrés Level de Goda decía: “Nadie se acuerda de este mártir, ni siquiera para una expresión de honor en el Congreso Nacional, ni en el gobierno, ni en los Concejos Municipales”. Más de un siglo después, el olvido es el mismo. Sus cenizas aún no han sido honradas. Muchas gracias.
VISIONES SOBRE LA GUAIRA: HUMBOLDT

Siguiendo con esta serie de artículo sobre la visión de algunos viajeros con respecto a La Guaira, presentamos en esta ocasión las del científico alemán Alejandro de Humboldt, quien llega el 20 de noviembre de 1799 y, junto a su ayudante Aimé Bompland exploró Caracas y sus alrededores, haciendo mediciones de temperatura y describiendo el paisaje geográfico así como la flora y la fauna, en la obra titulada Viaje a las Regiones Equinocciales.
Lo primero que advierte Humboldt es que las personas que le acompañaban le recomendaron no dormir en la Ciudad de La Guaira, que acababa de recuperarse de una epidemia de fiebre amarilla, sino en Maiquetía que se presentaba con mejor clima.
Humboldt describe la ciudad de La Guaira aludiendo que cuenta con sólo dos calles que van de este a oeste y una población que oscila entre 6.000 y 8.000 habitantes, dotada de fortificaciones” bien dispuestas y mantenidas” y observa lo siguiente: ¨”El aspecto de este lugar muestra algo de solitario y lúgubre, creyendo uno encontrarse, no en un continente cubierto de vastas selvas, sino en una isla rocallosa, privada de mantillo y de vegetación”.
Sigue describiendo Humboldt a La Guaira de la siguiente manera: “el calor es asfixiante en el día, y las más de las veces también en las noches”. “Las calles de La Guaira me han parecido en general bastante aseadas, con excepción del barrio de las carnicerías”.
Sobre el puerto dice: ”es más bien una rada que un puerto, pues la mar está allí constantemente agitada.” y describe la forma en que son cargados los barcos: “los negros y mulatos libres que llevan el cacao a bordo de las embarcaciones son una clase de hombres de una fuerza muscular muy notable. Pasan el agua a medio cuerpo, y, cosa bien digna de atención, nada tienen que temer de los tiburones, que son frecuentes en este puerto” .
Su camino a Caracas también fue escenario de amplias descripciones de las cuales destacamos, de manera reducida la siguiente. “El camino de La Guaira al Valle de Caracas es infinitamente más hermoso que el de la Honda a a Santa Fe y el de Guayaquil a Quito.” “En buenas mulas no se gastan sino tres horas para ir del puerto de La Guaira a Caracas y bastan sólo dos para el regreso. En mulas de carga o a pie, el viaje es de cuatro a cinco horas “
Esto sólo una parte muy pequeña de toda la descripción que hace el científico alemán sobre estas tierras, que es a la vez el producto de las condiciones en las cuales se encontraba el país y la región a finales del siglo XVIII.
VISIONES SOBRE LA GUAIRA: MIGUEL CANÉ

En el marco de la conmemoración de un aniversario más de la supuesta fundación de La Guaira el 29 de junio, he querido compartir con mis lectores una serie de comentarios realizados por diferentes viajeros sobre la visión que tuvieron de La Guaira en diferentes épocas. Comienzo con Miguel Cané, diplomático argentino que escribió una obra hoy casi desconocida titulada Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia (La Luz,1907).
El libro en cuestión narra la experiencia del diplomático por estas tierras y ofrece una visión muy particular de lo que vio y vivió a su llegada en La Guaira desde su salida de Caracas, describiendo el viaje en ferrocarril como una travesía “buscando el mar por las laderas de las montañas, accidentadas, abruptas, caprichosas en sus direcciones, con sus valles estrechos y profundos”.Para el diplomático, el ferrocarril de Caracas a La Guaira, cuya construcción aún estaba concluida y se encontraba paralizada, era una obra de trascendencia vital para el desarrollo de Venezuela y opinaba que “la nación entera debía adeudarse para dar fin a esas dos vías que se pagarían por sí mismas en poco tiempo.”
Su arribo a La Guaira, después de seis horas de agotador camino, termina en el famoso Hotel Neptuno el cual le sirvió de aposento por cinco días “en el que tenía forzosamente que descender, por la sencilla razón de que no hay otro en la Guaira.” . De este se expresa de la siguiente manera: “nada, nada puede compararse con aquel hotel Neptuno que, como una venganza, enclavaron las potencias infernales en la tétrica Guaira. ¿Describirlo? Imposible “.
La estadía de Cané en la ciudad parece no haber sido nada grata. La descripción que hace de ella es lapidaria, al respecto comienza diciendo: “Los venezolanos dicen, y con razón, que Venezuela tiene la cara muy fea, refiriéndose a la impresión que recibe el extranjero al desembarcar en la Guaira.” Luego comenta: “En efecto, la pobreza, la suciedad de aquel pequeño pueblo, su insoportable calor, pues el sol, reflejándose sobre la montaña, reverberando en las aguas y cayendo de plomo, levanta la temperatura hasta 36 y 38 grados; el abandono completo en que se encuentra, hacen de la permanencia en él un martirio verdadero”
Sobre el puerto dice: que “no es un puerto, ni cosa que se le parezca; es una rada abierta, batida furiosamente por las olas, que al llegar a los bajos fondos de la costa, adquieren una impetuosidad y violencia increíbles.” Describe el peligro con que frecuentemente se realizan los embarques tanto de carga como de personas.
La visión de Cané sobre La Guaira, que parcialmente presentamos aquí, no es más que la forma en la cual se encontraba la ciudad y puerto a principios del siglo XX, como parte de una Venezuela que sucumbía en el marco de sus pasadas guerras y sin petróleo, ya que éste no era aún la gallina de los huevos de oro.
VISIONES SOBRE LA GUAIRA: PAL ROSTI

Pal Rosti fue un viajero húngaro que vino a Venezuela a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX (1857). En su obra, Memorias De Un Viaje Por América, se introduce en una descripción profunda que abarca varios ámbitos. A su llegada a La Guaira la describe de la siguiente manera:”El puerto de La Guaira, que sólo está a tres horas de Caracas – la capital del país – en realidad sólo puede llamarse rada; el mar es siempre tumultuoso allí, su fondo no es propicio para anclar, y los barcos tienen muchos inconvenientes, no sólo por las borrascas y bancos de arena, sino también por la broma. No pueden acercarse a la orilla y sólo con mucho trabajo pueden cargar y descargar (…) los negros llevan hasta el barco los sacos de café y cacao – cargándolos a hombros y vadean con el agua hasta el pecho.”
Pasa Rosti a describir las características del clima: “La Guaira (paralelo 10º36’19’’ norte; meridiano 69º26’13’’ oeste) padece todo el ardor de la zona tórrida. Durante el día muchas veces el calor es agotador, y – en ocasiones – hasta en la noche. La temperatura media del año es de 28,1º; en el mes más caluroso alcanza a 29,3º, y en el más fresco es de 23,2º “
Es de hacer notar que el viajero toma en cuenta, coincidiendo con Humboldt, las condiciones del clima para hacer comparaciones con otras realidades. Al respecto afirma: …”Lo que fomenta este calor de La Guaira, y muchas veces lo que hace insoportable, es la ausencia muy frecuente de las agradables brisas marinas (briz), que en La Habana y hasta en Veracruz atenúan los soles más hirientes. Además las estériles rocas –en las cuales se apoya una parte de la ciudad y que por el norte se extienden hasta el mar – caldeándose por los rayos solares se inflaman a modo de hornos candentes.”
También describe el paisaje natural del camino de La Guaira a Caracas de la siguiente manera: “Nuestro camino, serpenteante y bastante escarpado, ora corría entre frondosos y gigantescos árboles, tales como no he visto hasta ahora en tupidos bosques ricos en plantas, ora se deslizaba al lado de sombreadas plantaciones de café, o a la vera de verdes praderas, estériles peñas y profundas hondonada”
Luego nos regala este hermoso pasaje de su visión: “Bajo nosotros estaba La Guaira, con sus casas níveas, sus estériles rocas bañadas incesantemente por las murmurantes olas, más allá, los barcos de la rada, que se mecían inquietos, y alrededor – a lo largo de la costa – verdes colinas con ruinas de fortalezas, chozas de pescadores sombreadas por palmares, y perdiéndose en la lejanía algunos pueblecitos y bosquecillos frondosos”.
VARGAS EN LA ENCRUCIJADA.

El 8 de Julio de 1835 estalla en Maracaibo un movimiento militar dirigido al derrocamiento del Presidente Constitucional José María Vargas, único civil en ocupar ese cargo durante la primera mitad del siglo XIX.
Denominado Revolución de las Reformas, este movimiento estaba liderizado por algunos caudillos de importante liderazgo como Santiago Mariño y José Tadeo Monagas y otros personajes bien conocidos de la historia como Pedro Carujo, los cuales cuestionaban la presencia del sector civil en el poder político, por carecer de méritos suficientes para la conducción de los destinos del país, debido a la poca importancia de su actuación en la guerra de independencia.
El fracaso del gobierno de Vargas esta íntimamente ligado a la forma en la cual éste arriba a la presidencia. La exclusión del elemento caudillista como factor fundamental de acceso al poder, lo que le restaba de una sólida base de sustentación y la posición del sector militar contraria a la existencia de un gobierno civil, fueron factores fundamentales de dicho fracaso.
El mantuanaje caraqueño había observado en la figura del médico guaireño a un potencial candidato, capaz de capitalizar las aspiraciones de quienes estaban dispuestos a someter al sector militar en los marcos de un Estado civilista.
La existencia de un sistema de votación censitario, que imitaba el acceso al sufragio sólo a quienes poseían bienes de fortuna, garantizaba a Vargas la votación de hacendados y buena parte de los comerciantes e intelectuales; en contra de Carlos Soublette, candidato apoyado por Páez y el sector militar. Esto fue determinante para el triunfo de José María Vargas en una elecciones donde no faltó
El nuevo gobierno que se instala en 1835 tenía una enorme debilidad al no contar con el apoyo de una figura capaz de mantener a raya a una cantidad de caudillos regionales que aspiraba a gobernar al país. Posterior a la derrota de su candidato, Páez quien evidentemente contaba con el respeto del resto de los caudillos regionales, hace pública su decisión de retirarse a la vida privada en su hato de Valencia. Allí, el caudillo llanero recibía constantes informes sobre la situación política y militar del País.
Resulta ingenuo pensar que, con el prestigio y poder que detentaba, Páez se hubiese retirado definitivamente y renunciando a la posibilidad de seguir determinando los destinos de un país que le reconocía como el individuo que garantizaba la convivencia y la gobernabilidad dado el poder que tenía sobre el estamento militar por su astucia en el manejo de las relaciones políticas.
Es así como muy pronto Vargas, quien en reiteradas oportunidades había expresado su rechazo a su designación como candidato presidencial por saberse carente de los elementos de poder necesarios para gobernar a un país con las características que tenía la Venezuela en el siglo XIX, enfrentó la arremetida del sector militar, quienes lograron una audaz alianza entre Bolivarianos y antibolivarianos.

La madrugada 8 de julio el presidente constitucional, detenido en su propia casa, logra reunir al Concejo de Gobierno por intermedio de uno de sus criados, quien logra tramitar la convocatoria escondiéndose y saltando paredes. En esa reunión se tomaría una decisión que determinaría el pronto el restablecimiento del orden: se designa a José Antonio Páez, como jefe de operaciones y comandante jefe del ejercito constitucional de Venezuela.
La reacción del caudillo llanero no se hace esperar. Esta situación lo coloca como el elemento fundamental para la pacificación del país y lo reivindica en su condición de caudillo mayor.
La actuación de Páez en estos acontecimientos ha causado suspicacia en algunos historiadores. El general ya conocía la posición de los alzados quienes le reclamaban como su jefe y le reconocían como la única persona con derecho a gobernar el país. Este, con la astucia política que le caracterizaba, logró imponerse ante los reformistas y restaurar a Vargas en la presidencia, solicitando la amnistía de todos los comprometidos, a quienes se les debía respetar su vida, gradas militares y propiedades.
Restaurado el gobierno, el congreso no acoge las recomendaciones “magnánimas” del general Páez, lo que provoca que la ira de la oposición militar y el recrudecimiento de sus intenciones de derrocar al gobierno. Páez inconforme con la decisión de castigar a los inculpados se muestra indiferente y ofendido ante lo que consideraba un deseo de menoscabar su autoridad y un intento del sector civil de someter al sector militar. Este hecho determina el retiro definitivo del apoyo del Caudillo Mayor al gobierno.
La descripción de algunos historiadores de la reunión quesos tuvieron Vargas y Páez en la residencia del caudillo en Valencia, muestra a un caudillo indiferente ante los planteamientos del Presidente de la República. De ese encuentro, Vargas sale convencido de que su única base de sustentación, el único elemento capaz de mantener la estabilidad del gobierno ya no estaba consigo y anuncia su definitiva renuncia a la presidencia de la República en una comunicación enviada al congreso el 14 de Abril de 1836.
El fracaso del gobierno de Vargas es una muestra de cómo la exclusión del caudillo como elemento definitorio de acceso al poder político en el siglo XIX, deja fuera de control del Estado el monopolio de la violencia y lo traslada hacia lo que el mismo Vargas definía como el sector que gozaba de “el prestigio de las grandes acciones y las relaciones adquiridas en la guerra de independencia...”* esto no es más que el estamento militar y, más aún, quienes dentro de este son capaces de determinar de manera contundente los destinos de un país que recién había salido de la guerra de independencia.


* Carta de José María Vargas “A los señores electores Citado por Francisco González Ginán en Historia Contemporánea de Venezuela, Caracas. Ed. de la Presidencia de la República, 1954, Tomo II, P. 315
GUAL Y ESPAÑA: LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA

La mayoría de los analistas coinciden en que el proceso abortado en La Guiara en 1797 fue el único de los mal denominados movimientos pre independentistas en toda la América que tenía características de verdadera revolución por su contenido ideológico, el cual buscaba la transformación de las estructuras del estado colonial, con un contenido social impensable en una época donde las clases estaban claramente determinadas y el ser humano no era definido en términos de igualdad.
Y no era casual que fuese precisamente en La Guiara donde estallara un movimiento independentista en el cual se utilizaran los parámetros ideológicos de procesos tan lejanos geográficamente como la Revolución francesa. Esta era la puerta de entrada de todo lo que se consumía en la denominada provincia de Venezuela y más específicamente en Caracas, pujante ciudad, cuna de importantes familias.
La Guiara, según se puede conocer por relaciones de los funcionarios reales que vinieron por estas tierras, era azotada por una de las prácticas más usuales de la época: el contrabando. Actividad realizada por todo aquel que pudiese vender sus mercancías a los corsarios ingleses u holandeses los cuales pagaban mejores precios que el monopolio español.
Es así como los primeros libros prohibidos, que trataban sobre propiedad, libertad, igualdad y fraternidad, principios sobre los que se basó el proyecto revolucionario de Gual Y España, llegaron en los propios barcos de la corona. La Real Compañía Guipuzcoana llamada a combatir el contrabando, se dedicó a cultivar ese próspero negocio y las bóvedas de sus embarcaciones venían llenas de cajas de libros que luego eran vendidos a quienes, de alguna forma, ya tenían conocimiento de lo que en Europa estaba sucediendo.
Por supuesto, siendo La Guiara el lugar en el cual se encontraba el principal puerto, recibía primero la preciada mercancía, que por cierto era muy común en las bibliotecas de las más encumbradas familias. Si bien eran libros prohibidos por la corona por considerarlos sediciosos y dañinos para la buena conducta de sus súbditos, para nadie era un secreto que hasta los propios funcionarios reales y representantes de la Iglesia, se vanagloriaban de tener como libro de cabecera las obras de Rousseau, Montesquieu o de Alembert.
Era usual que los guaireños fuesen criticados por sus conductas “afrancesadas”. Los caraqueños se asombraban de la forma en la cual en las calles de la Guiara, era común escuchar a la gente común hablar de la necesaria igualdad entre los hombres.
Es así como José María España, imbuido de ese espíritu libertario que lo acompañó hasta el pié del patíbulo, logró sumar al proyecto a un conjunto de hombres, pertenecientes unos a las más importantes familias de la sociedad guaireña, sobre todo prósperos comerciantes y a otros no tan aristócratas con oficios de barberos, sastres, albañiles, jornaleros, zapateros y carpinteros; También se suman algunos militares como cabos y sargentos del batallón de veteranos; esclavizados, libertos, sirvientes y hasta sacerdotes como es el caso del Pro. Don Tomás Sandoval el cual fue sentenciado al extrañamiento perpetuo de estas provincias luego de haber sido traicionado el proyecto revolucionario.
También logra sumar José María España a Juan Bautista Picornell, que habiendo llegado a la Guiara reo de la justicia española, es sumado al proyecto luego de haber escapado de la prisión, con ayuda de los conjurados. Prisión a la que había sido conducido por haber participado en la metrópolis de un movimiento insurreccional que buscaba transformar la monarquía en república.
Si bien este proyecto independentista es apenas trece años menor que el que estalló en Caracas aquel famoso 19 de abril, el mantuanaje caraqueño, que llevaría a cabo el proceso condujo a la declaración de independencia, rechazó las acciones de los guaireños. Estos no podían apoyar un movimiento que suponía la abolición de los elementos e ideas sobre los cuales se sustentaba su poder.
El proyecto develado en 1897 establecía como uno de sus principales elementos la abolición de la esclavitud y la desaparición de las desigualdades sociales, lo que evidentemente no estaba en las mentes de los oligarcas caraqueños. Esto es fácilmente demostrable con sólo leer la posición de los más connotado líderes de la independencia, donde no solamente es eludida la libertad de los esclavizados, sino que más bien, a medida en que se iba consolidando el proceso, se fue profundizando aún más la esclavitud, con leyes de manumisión que, en vez de procurar la pronta libertad de los esclavizados, alargaron el tiempo de posesión a los amos.
Evidentemente que el proyecto de La Guiara chocaba contra los intereses del sector económico y su impermeable estructura social. El artículo 32 de las Constituciones promulgadas en el marco de los preparativos de este primer movimiento independentista es muy claro. “Se declara la igualdad entre todos los habitantes de las provincias y distritos; y se encarga que entre blancos, indios, pardos y morenos reine la mayor armonía, mirándose todos como hermanos en Jesucristo iguales por Dios”...
Y es que era verdaderamente un proyecto revolucionario. Intentar transformar una mentalidad que establecía severas diferencias sociales, donde la supremacía racial se imponía ante los mismos cánones de la fe católica, donde la misma Iglesia era representante del pensamiento más conservador con respecto a las clases sociales, le imponía al proyecto características de utopía revolucionaria.
La reacción del poder, por supuesto, fue implacable. No podía ser de otra manera. Los intereses de la corona y el mantuanaje estaban en peligro. Peligro que no es fruto de la imaginación de quienes hemos estudiado este proceso. Es que el mismo Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela Don Manuel Guevara y Vasconcellos, en una comunicación enviada al rey, le expresaba su tranquilidad ante el aniquilamiento de una sublevación que, “por los enlaces que tenia con las demás provincias de América, puso en peligro la soberanía del monarca”.
La figura de José María España, inspirador de la utopía más hermosa que se pudo haberse pensado en estas tierras, es pues, baluarte para quienes pensamos en la verdadera libertad y en la verdadera igualdad. No en la libertad de los poderosos, sino la libertad de todos y todas. No en la igualdad entre ricos, sino en la igualdad que nos hace a todos hijos e hijas de dios, sin importar el color ni la condición social. Esa es quizá una lección que da José María España, Manuel Gual y todos los que junto a ellos tuvieron la osadía de atreverse, a quienes hoy pretenden convertir la patria en un escenario de desigualdades sociales, resucitando odios raciales y el desprecio de quienes legítimamente han tenido posibilidades de ascender socialmente contra los que el mismo sistema ha excluido en lo que ha debido ser una justa distribución de las riquezas.
Finalmente, pareciera que el esfuerzo realizado por José María España no ha sido suficiente mente recompensado por la posteridad. Es evidente que la figura de este guaireño no ha logrado deslumbrar el ánimo de jefes y gobernantes. Ya para el siglo XIX el historiador Andrés Level de Goda decía: “Nadie se acuerda de este mártir, ni siquiera para una expresión de honor en el Congreso Nacional, ni en el gobierno, ni en los Concejos Municipales”. Más de un siglo después, el olvido es el mismo.